viernes, 19 de octubre de 2007

¿JUGAMOS?

Recuerdo que de pequeña uno de mis juegos favoritos era el de ”la guerra de barquitos”, o por otros muchos también conocido como “HUNDIR LA FLOTA”.

Un simple papel cuadriculado bastaba para construir un tablero improvisado, hecho a golpe de boli azul, con una rejilla numerada de 10 casillas, o tantas como se pactase… 1,2,3,4,5... A,B,C,D,E... Un minuto para colocar tus naves… y ya estabas listo para empezar a jugar.




Delante de ti, frente a frente, tu rival. Pero convenientemente separados por un cartón, una caja, o un libro de texto de primaria abierto con el lomo boca arriba, a modo de tienda de campaña… (hoy día, con lo que cambian los tiempos, quizás sea por la pantalla de algún ordenador).

Y por delante, un reto, toda una estrategia por descubrir, poco a poco, sin prisas… Silencio a ambos lados, y todo tipo de conjeturas sobre el punto de esa cuadrícula donde el otro puede ESCONDERSE… y donde ambos están condenados a ENCONTRARSE. Una voz musita en apenas un segundo, un código secreto al que se le responde de inmediato, y que les hace cómplices en su juego. A flor de piel, la tensión de mostrar una parte de ti, de buscar una parte del otro, el placer de la victoria al acertar alguna de sus naves, unida a la agonía de irse sabiendo descubierto… tocado… y hundido.

Se dice de mí que soy una mujer tremendamente juguetona, y quienes lo dicen, siempre acompañan sus palabras con una sonrisa de complicidad. Y a mí, particularmente, esa sonrisa me ENCANTA, porque muy en el fondo sé o me gusta creer, que está provocada por algún recuerdo especial que algo tiene que ver conmigo, y que en ese preciso instante volvió a estar vivo en su mente.

Tengo una hoja de papel cuadriculado y también un boli azul… y he pensado que me encantaría ver en tu rostro, algún día, ese TIPO de sonrisa.

¿Jugamos...?


Para A.T.
Porque creo que serías un oponente delicioso.

martes, 2 de octubre de 2007

8 NEGRA y CARAMBOLA

Hay que ver las cosas que somos capaces de soportar las mujeres, sólo por hacerle un favor a nuestra mejor amiga. Y más, cuando ésta te mira con esos ojitos de cordero degollado, que NUNCA fallan, en medio de una noche de fiesta que hasta entonces estaba siendo perfecta, y te señala disimuladamente hacia su espalda, donde un poco más atrás ha dejado al pedazo de maromo que acaba de ligarse… En fin, es lo que podríamos llamar “Ley de amigas”, y ya se sabe… hoy por ti, mañana por mí.

Y así es cómo a regañadientes salí de nuestro local favorito, para dejarme arrastrar junto a mi amiga L, su macizón, y el acompañante de turno del susodicho, hacia aquel lugar indescriptible donde terminamos. Según el ligue de L, aquel garito al que nos dirigíamos pretendía ser un “espacio multidisciplinar que conjugaba la modernidad con la música de los 80, y una atmósfera íntima con el atractivo del juego”… En otras palabras, y traduciendo al cristiano: se trataba de un verdadero ANTRO, oscuro y largo como una cueva, cuya única modernidad se centraba en una decoración rayando en lo hortera, incluyendo neones color rosa delimitando la barra, y donde además, se jugaba al billar… ¡¡Valiente descripción la del amigo…!!




Pero bueno, allí estábamos ya los cuatro, así que nos dirigimos hacia la deslumbrante barra de neón y pedimos unas cervezas. Nos pusimos a charlar de cosas triviales, y como todos teníamos muy claro, L y su ligue no tardaron en “perderse” de la mano, con la EXCUSA de ir a ver el resto del local.

Lo cierto es que una amiga es una amiga, para lo bueno y para lo peor, así que intenté ser todo lo cortés que pude con el amigo del macizón. Y lo fui, creedme, hasta que claramente insinuó que nos había acompañado porque tenía la esperanza de “ir a encontrar”, JUNTOS, a nuestros amigos "perdidos"...

En fin. Os juro que hice verdaderos esfuerzos para no reírme en su cara, por pura educación. Y es que si en verdad algo NO soporto, son ese tipo de ideas preconcebidas, y más viniendo de una persona (en este caso, un hombre) cuya conversación podría competir duramente en grado de sensualidad e inteligencia, con la de un protozoo… Por todo ello, decidí que había llegado realmente el momento de perderle de vista. Así que le comenté que adonde pretendía ir yo, era al baño, y SOLA, y mejor que a la vuelta él estuviera ya ocupado conociendo a otra “exploradora”… Y me largué abriéndome paso entre la gente, a otra zona del local.

Mirándolo ya con otros ojos, y sin el pelma del acompañante a mi lado, aquel garito no estaba TAN mal. Muchos recovecos oscuros, muchas parejas metiéndose mano por los rincones al son de música ochentera (L incluída), mucho humo, eso sí, y un particular AROMA entre agrio y dulzón, mezcla de perfume barato, tabaco, muchedumbre, cerveza… y TIZA. Porque al fondo del local, y detrás de una cortina negra de terciopelo raído a medio recoger, se podía entrever una luz muy suave… Siempre me ha encantado ese sonido tan característico de la apertura de una partida, así que al escucharlo, me dirigí decididamente hacia aquella zona.



Al cruzar la cortina, llegué a un espacio algo más amplio, igualmente oscuro y cuya única iluminación era el reflejo de una lámpara verde sobre el tapete de una de las dos mesas de BILLAR. Había dos chicos jugando, pausadamente, en el centro de la estancia. Al otro lado, unos sillones negros de skay acogían a quienes seguían dándose achuchones sin parecer interesarles demasiado la partida. Yo me situé en uno de los rincones junto a la otra mesa de billar, arropada por la densa penumbra, y me limité a OBSERVAR.

Uno de los chicos, apenas un muchacho, era alto y desgarbado, con el pelo pincho y ciertamente desaliñado. El otro, vestido con unos vaqueros y una camisa de cuadros a medio remangar, tenía el pelo castaño, largo y rizado, y recogido en una coleta. Parecía guapo, pero no pude comprobar su verdadero ATRACTIVO hasta que se acercó al tapete para examinar una jugada, y la tenue luz me descubrió sus rasgos faciales, algo duros y angulosos, que llamaron poderosamente mi atención.



De hecho, no podía dejar de mirarle. Sencillamente me FASCINABA la concentración que su rostro reflejaba, el ver cómo medía cada palmo, y cómo construía dentro de su cabeza cada una de las jugadas… su forma de moverse alrededor de la mesa, lenta y estudiada, su suavidad manejando el taco, el modo de apoyar sus manos cuidadosamente sobre el tapete... me cautivaron definitivamente. No sé si fue por el alcohol que empezaba a hacer su efecto, o el ambiente denso y oscuro, con ese silencio roto por la música de fondo, el golpeteo de las bolas y algún suspiro en la zona de los asientos… pero lo cierto es que yo ya había empezado a preguntarme para mis adentros, si aquel tipo sería capaz de mostrar la misma CONCENTRACIÓN y templanza, la misma precisión y suavidad de movimientos, si sus mános serían tan habiles y cuidadosas... si ambos estuviéramos DESNUDOS, frente a frente. Y esa idea, poco a poco, se fue apoderando de mí.

La verdad es que el chico no jugaba nada mal… Y yo tampoco, si bien mi JUEGO era ahora bien distinto: me sentía totalmente excitaba por el hecho de ser su espectadora anónima, arropada por la oscuridad, cómplice escondida de sus movimientos y ARDIENDO silenciosamente en deseo… Así que me pegué más aún a la mesa donde me apoyaba, y me deslicé discretamente hasta sentarme en el suelo, acurrucada sobre mis piernas, y empecé a acariciarme lentamente.



Es curiosa la perspectiva que da mirar de abajo hacia arriba, y más cuando estás excitada. Ahora apenas podía distinguir su cara, o su pelo, o sus brazos, a esa altura simplemente me fijaba en sus vaqueros yendo y viniendo al compás de los golpes secos de las bolas entrando en cada tronera… me fijaba en cómo sacaba hacia fuera su CULO redondo y prieto mientras se preparaba para lanzar con el taco, o cómo permanecía inmóvil con las piernas golosamente entreabiertas, IGNORANTE de mis actos, apenas a unos metros de mí… En mis PENSAMIENTOS más obscenos, y mientras mi dedito se colaba también por un agujero, él se acercaba a mí, desnudo y excitado, y podía sentir sus fuertes manos llenas de tiza acariciar mi rostro... de pronto, y justo en la posición en la que me encontraba ahora, le agarraba fuertemente sus deliciosas nalgas y le empujaba hacia mí, para meterme en la boca su pene erecto y empezar a chuparlo con verdadera devoción…

- “Y para terminar, 8 NEGRA y carambola…” – soltó una voz grave y muy masculina, mientras lanzaba un último golpe, fuerte y meditado, que hizo entrar las últimas bolas…


Y con esa voz de fondo, que justo sonó para devolverme a la realidad en ese instante, sentí cómo me corría, en silencio, de puro PLACER.


No sé si fue por el levísimo gemido que no puede evitar emitir, o quizás porque al separarse de su mesa de juego casi tropieza con mis piernas encogidas, pero el caso es que D (que así se llamaba) acabó descubriendo mi presencia. Sorprendido al verme en el suelo y en medio de la oscuridad, se agachó inmediatamente para preguntarme en tono algo preocupado:

- “Perdona, pero… ¿te encuentras bien?”
- “¡No te imaginas tú cómo…!” – respondí yo, irónicamente.

Divertido e intrigado, me ayudó a incorporarme. Y así fue cómo quedé ATRAPADA por un instante, entre la mesa de billar a mis espaldas, y aquel torneado cuerpo que ahora se alzaba DE VERDAD junto a mí, frente a frente… Continuamos así unos minutos, sin movernos, en silencio, y observándonos muy, MUY de cerca… Tan cerca, como para sentir crecer una desesperada y morbosa TENSIÓN sexual entre nosotros.




- “¿Se puede saber qué hacías ahí abajo?” – preguntó él

- “ Pues… verte JUGAR…” – respondí yo, despacio y en tono travieso.

- “ Hmmm… ¿y qué tal lo he hecho? “- preguntó avanzando un paso más hacia mí, hasta quedar casi pegados el uno al otro. El tono de su pregunta se había vuelto también bastante juguetón.

- “ Pueeess... en mi imaginación, lo haces de maravilla… ¿sabes?” – respondí mirándole a los ojos, con toda la intención.

- “Bueeno, pues en ese caso, siempre puedo enseñarte a jugar, si eso es lo que quieres...” - me susurró al oído, con una cadencia que me hizo estremecer de nuevo. – “¿Te APETECE…?” – pero interrumpió la frase con un gemido, cuando mi mano se deslizó por entre su pantalón, descubriendo un delicioso secreto…

- “Lo que realmente me apetece ahora mismo… - le dije - es saborear tu polla y COMÉRTELA lentamente…”



Y volviendo de nuevo a mi oscuro escondite en la penumbra, despacio y sin dejar de mirarle, sonreí mientras empezaba a convertir mi sueño en realidad…



Para D.
Porque me encanta verte jugar al billar.

viernes, 7 de septiembre de 2007

HISTORIAS CRUZADAS

MI PUNTO DE VISTA...
Me desperté a su lado, con la tenue luz de la mañana entrando a través de las enormes cortinas, que cubrían el amplio ventanal de aquella habitación. Levanté ligeramente mi cabeza por encima de su pecho, me froté los ojos con la mano como para intentar aclarar la mirada, y lo cierto es que me quedé cuanto menos PERPLEJA: recordaba perfectamente cómo habíamos llegado él y yo juntos al HOTEL, pero lo que no tenía tan claro, era… qué hacía en el extremo opuesto de la cama, junto al hombre que se acostaba ahora mismo a mi lado, una pelirroja que parecía también plácidamente dormida... No me sorprendió lo más mínimo verla allí, la verdad, -Alejandro siempre ha tenido muy buen gusto tanto para los chicos como para las chicas-, pero sí me dejó algo intranquila el hecho de no poder recordar los detalles de cómo ella había llegado hasta allí. De todos modos, si os soy sincera, en realidad tampoco me importaban lo más mínimo.

Por eso, me quedé un rato más tendida en la cama, de lado, junto a aquellos cuerpos inertes, clavando el codo en el colchón y apoyando la cabeza dolorida sobre mi mano. Me apetecía disfrutar por un instante, en privado y casi FURTIVAMENTE, de aquella imagen tan inusual para mí, pero increíblemente bella, sensual, rodeada de un silencio perfecto, roto tan sólo por la respiración acompasada de ellos dos…

A mi lado, él dormitaba en lo que parecía un sueño feliz, con el pelo encrespado y esa barba de dos días que tanto me gusta, aunque pinche al besar... La aséptica sábana de algodón del hotel, le cubría un poco más allá de la cintura, dejando al descubierto su pecho torneado y suave… Lo acaricié con ternura y aspiré una vez más el perfume que emana su piel, como queriendo retenerlo dentro de mí; ese aroma varonil, persistente y dulzón, que me invita siempre a recorrer su cuerpo centímetro a centímetro, para acabar deseando besarlo sin descanso…

Volví la mirada hacia su pecho. Mejor dicho, volví la mirada hacia la MANO que descansaba lánguidamente sobre su pecho. Era larga, femenina y grácil, y tan blanca como el resto de la piel que alcanzaba a ver de aquella inesperada compañera de cama. Pude comprobar que tenía el pelo rojizo, largo y revuelto sobre la cara. Sin duda, era una chica bonita, y así dormida parecía aún más frágil de lo que su aspecto denotaba.
Con un gesto reflejo, coloqué mi mano encima de la suya… no sé bien por qué, pero algo me incitaba a sentir esa mano entre la mía, así que tímidamente acaricié cada uno de sus dedos con la yema de los míos… Ella, hizo un gesto y la movió, por lo que por un momento temí que pudiera haberla despertado… Pero no fue así, de modo que me volví a acurrucar en la cama, apoyando mi cabeza sobre el pecho de Alejandro, en la misma postura que estaba ella al otro lado, como si de una imagen simétrica en un espejo se tratase. Y no, no solté su mano... Lo cierto es que me resistía a soltar aquellos dedos ANÓNIMOS, suaves e intrigantes, así que seguí acariciándolos con todo mimo y cuidado.

Entonces el cuerpo de ella se movió, al tiempo que profería un leve ruido gutural. Mechones de pelo le caían aún sobre la cara, pero cuando levantó un poco la cabeza, pude distinguir sus labios entreabiertos y unos ojos desperezándose… SOLTÉ la mano de golpe, instintivamente, como cuando se descubre a un niño en plena travesura. Y entonces ella, imagino que sorprendida por la reacción, abrió los ojos de par en par. Y me miró. Me miró sin moverse ni un centímetro de donde estaba.
En ese momento, descubrí sus profundos ojos azules, dos inmensos pedazos de mar clavándose en mí, durante apenas un segundo, pero un segundo de tal angustia vital, que yo lo sentí durar años. Contuve la respiración. Su gesto frío de despertar inesperado, fue dando paso lentamente a una sonrisa amable… Respiré aliviada, pero aún descolocada susurré un tímido y casi imperceptible “buenos días”… Ella me contestó del mismo modo, y volvió a acomodarse en su postura inicial, sin parecer tampoco importarle demasiado mi presencia en aquella habitación.

Todo seguía en silencio, como momentos atrás, y ambas estábamos apoyadas sobre el mismo pecho, compartiendo la piel de ese mismo hombre que intuyo nos fascinaba a las dos por igual… solo que ahora, ambas estábamos DESPIERTAS, y mirándonos ya sin temor. Ella cruzó su brazo sobre el pecho de Alejandro, de modo que su mano quedó justamente al lado de la mía. Sin dejar de mirarla, no pude contener las ganas de volver a cogerla, así que entrelacé mis dedos con los suyos, y sonreí. Ella sonrió también. Tenía una sonrisa limpia, dulce y afable, y unos labios que invitaban sin palabras a conocerlos más de cerca.

Un cosquilleo inquieto despertó en mi interior… me pareció una mujer realmente fascinante.

SEGÚN EL PUNTO DE VISTA DE P...
Me desperté sintiendo su respiración y sin abrir los ojos, traté de recordar lo que había sucedido la noche anterior.....no quería abrirlos por temor a que todo hubiera sido un sueño y que Alejandro no estuviera a mi lado en aquella cama....

De repente alguien cogió mi mano, sabía que no era él porque tenía un tacto suave y me tocaba con delicadeza, entonces me dí cuenta, solo podía ser una mujer. Me hice la dormida, porque no quería asustarla y que esa magia se esfumara.

Al final la curiosidad pudo conmigo y abrí los ojos, y allí estaba ella, mirándome con curiosidad y con ojos asustados, así que para calmarla le regalé una sonrisa...entonces ella reaccionó y me dio los buenos días.

Nos volvimos a acurrucar en el pecho de ese maravilloso hombre que seguía dormido, ajeno a la atracción que la misteriosa mujer y yo estábamos empezando a sentir, y nos volvimos a coger de la mano.....Pude volver a sentir esa sensación intensa que había tenido la primera vez que ella me había tocado y no pude evitar volver a sonreír.

Ahora ella me miraba con deseo, por lo que pude intuir que estaba deseando besarme, y sinceramente yo compartía ese deseo, así que las dos nos incorporamos y dejamos que nuestros labios se fundieran en un profundo beso....el beso más dulce que me habían dado jamás.

Y mientras nosotras dejábamos que se desatase nuestra pasión, Alejandro seguía plácidamente dormido, ajeno a todo lo que estaba ocurriendo....o quizás no tan ajeno.


MI PUNTO DE VISTA...
Realmente no sé como ocurrió, pero lo cierto es que así fue.
Aquella preciosa DESCONOCIDA de increíbles ojos de cielo, no paraba de sonreírme. Pero su sonrisa era especial, era esa sonrisa que elige la complicidad cuando entiende que has compartido con alguien -aunque no te expliques aún como- uno de tus mayores tesoros... Así, poco a poco y sin dejar de mirarnos, fuimos acercando nuestras cabecitas, con sumo cuidado, como quien quiere llegar al oído de otro para abandonar allí un secreto susurrado... y así, sin más, nos besamos.
Sí, nos besamos.
Y fue un beso largo, lento y profundo.
Tan especial, que NO PUEDO quitarme de la cabeza sus labios suaves, su aliento cálido, su lengua dulce, su mejilla rozando la mía, su pelo alborozado junto a mi cara, su aroma embriagador de mujer, su piel tersa, su ojos entornados, su mirada cómplice... Realmente, aunque pudiera, NO QUIERO quitarme ese recuerdo de la cabeza.

Y Alejandro mientras, allí seguía, entre nosotras, dormido y ajeno a todo... mientras yo sentía cómo empezaba a hervirme la sangre, y me iba quemando por dentro el deseo contenido. Pero en esas despertó. Y creo que a ambas nos pilló un poco por sorpresa, a juzgar por el respingo que dimos, retirándonos un poco... Nos miró a las dos soñoliento aún, y adormecido pero con ese acento que me derrite, lo primero que dijo fue algo así como... "ahh, perdón... creo que ustedes aún no se conocen... ¿verdad?" Bostezó y volvió a acurrucarse debajo de la sábana.
Sonreímos las dos a un tiempo.
Quizás no nos conociéramos aún, es cierto, pero estábamos seguras de que lo que habíamos compartido, nos iba a unir irremediablemente por mucho tiempo ya.
De hecho, nuestras miradas volvieron a cruzarse, pero esta vez nuestras mentes conectaron al instante y de una forma realmente perversa... Creo que ambas acabábamos de COMPRENDER, en ese preciso momento, que en efecto, aún quedaba mucho por conocer y COMPARTIR... y para empezar, ¿por qué no aquel que se encontraba justo en medio de nosotras?.
Quizás el que menos lo había comprendido aún, era Alejandro... Y no creo que a esas alturas imaginase todavía, cómo íbamos a darle los buenos días...


Para P.
Porque fue un placer compartirte con Alejandro.

lunes, 3 de septiembre de 2007

A SUS PIES, MADAME...

Era una noche de SABADO, una como tantas otras noches de verano en las que había salido a bailar con mi grupo de amigos. Y es que debo confesar que adoro BAILAR, que no puedo estar dos minutos quieta si hay música sonando y que mis pies se mueven solos en cuanto oyen el primer compás… Abandonarme a merced del ritmo es algo que me hechiza, me hipnotiza y es capaz de transportar mi espíritu a universos paralelos de euforia y placer, a un estado lo más parecido que se pueda experimentar después del éxtasis…


Es quizás por ello que quien me conoce, sabe que soy capaz de bailar y bailar sin parar durante horas y horas… y eso es precisamente lo que hice aquella noche. Tanto, que mis pies acabaron doloridos, por no decir rotos, como no podía ser de otro modo después de haber aguantado tanto tiempo subidos en mis preciosas sandalias plateadas de tacón.

Fue entonces cuando me senté, como a eso de las 5 de la madrugada, en aquella zona un poco más retirada, junto al gran muro de cristal con una fila de cojines como asiento, y allí me quité los zapatos. Apoyé mis pies desnudos sobre la deliciosa tela acolchada y empecé a masajearlos suavemente para aliviar el dolor. Y no fue hasta entonces cuando me di cuenta que M. estaba junto a mí, y me observaba totalmente absorto… o mejor dicho, estaba observando totalmente absorto MIS PIES



- “¿Es que te hacen gracia mis pies?” – le pregunté divertida

Sorprendido y un poco ruborizado, como niño pillado mirando por una cerradura, atinó a decir no sin esfuerzo:

- “Bueno… esto… tus pies, no… bueno sí… bueno, es que me gustan tus uñas pintadas de negro, las vi antes y me parecieron tremendamente excitantes, no sé…y además me encantan esas sandalias, te hacen un pie realmente delicioso..."

- “¿Un pie “DELICIOSO? –dije yo- Anda que ya te vale, ¡¡¡ni que te lo fueras a comer con patatas…!!!” .Y solté una carcajada.

M. no acertó a decir palabra, pero cuando le vi ruborizarse y agachar la cabeza, lo entendí todo… ¡¡¡M era un FETICHISTA de los pies!! Sorprendida y complacida por mi descubrimiento, decidí ir un paso más allá.

- “M… - le cogí tiernamente de la barbilla levantando su cabeza, y mirándole a los ojos, con toda la complicidad del mundo, le dije: “... ¿acaso te gustaría darme un masaje en los pies?”

- “Bueno… sólo si tú quisieras, yo…” - respondió, aún un poco aturdido.


Y así fue como M. se acomodó en la fila de cojines, justo enfrente de mí, y tomó mi pie con un cuidado exquisito, con una delicadeza infinita, y empezó a acariciar primero mi empeine, luego la planta y por último cada uno de los dedos de mis pies… Lo hacía con el mismo esmero y dedicación como si se tratara del más bello RITUAL… y yo, para qué negarlo, me dejé llevar por una sensación indescriptible que recorría mi cuerpo, de una forma nueva, como si mis pies cobraran vida propia o fueran por sí mismos una fuente de placer que nunca antes había experimentado…

En ese momento, M depositó suavemente mis pies sobre los cojines, como dando mi masaje por finalizado, y con mucha dulzura los BESÓ. Levantó su cabeza para mirarme agradecido, y entonces… Le miré. Y sin dejar de clavar mi mirada en él, levanté mi pierna derecha, y con mi pie aún desnudo, le acaricié la mejilla, y luego el pelo, y sus labios, y volví a dejarlo sobre sus manos… M, cerró los ojos, emocionado, como para disfrutar de ese momento fugaz.

Al instante, era él quien me estaba mirando fijamente, con una mirada mezcla de incredulidad, gratitud y deseo contenido… Y cuando le devolví la mirada, encendida como el deseo que acababa de despertar en mí, libre de prejuicios al fin, empezó a besar mi pies, a mordisquearlos, a LAMER dulcemente mis dedos… cada uno de sus estudiados movimientos provocaba en mí un cúmulo de sensaciones increíbles, y me estaba volviendo loca de placer… ¡¡¡simplemente a través de mis pies!!!


Y M, por su parte, estaba también realmente excitado… como pude comprobar, con mi pie, a través del pantalón. Empecé a juguetear con su entrepierna, amasando sus partes por encima del vaquero, primero con el pie derecho, luego con los dos, subiendo hacia su pecho, volviendo a bajar hasta sus piernas… lo cierto es que yo también me excité y mucho. Por primera vez en la noche, me incorporé y me acerqué a él, ordenándole al oído con un dulce y pícaro susurro: “¡Desabróchate el pantalón..!"

M lanzó un suspiró ahogado de placer… y viendo cómo yo volvía a reclinarme sobre los cojines de nuevo, me miró excitado y se bajó la cremallera sin dudarlo. Mis dedos jugueteaban traviesamente, y final acabaron colándose por entre la ropa… Ahora podía sentir su carne, su pene caliente y rígido, tan sólo con los dedos de mis pies… Era totalmente distinto a tocar con las manos, era como manejar una información que ya conocías, pero desde un punto de vista completamente nuevo, era una sensación inmensamente más rica en matices, era sencillamente… TERRIBLEMENTE EXCITANTE.
Y eso no fue nada, comparado con la indescriptible satisfacción que me recorrió cuando minutos después pude sentir una humedad caliente y viscosa sobre mi pie.

M respiraba entrecortado, sudoroso, aún desencajado… No sé cuánto tiempo estuvimos jugueteando así, pero lo cierto es que nos habíamos abstraído y descolgado totalmente del mundo exterior, de la música, del resto del grupo, y no podíamos dejar de abrazarnos y sonreír… y entonces fue cuando nos dimos cuenta de que los camareros del local estaban empezando a barrer. Divertidos, nos fuimos a su casa, donde seguimos con nuestros JUEGOS y las campanas de misa de diez fueron el único testigo del fin de nuestra noche de pasión.

El MARTES siguiente, llegó a la oficina un mensajero con un paquete para mí.
No pude más que sonreír, y más cuando mis compañeras palidecían de envidia al verme sacar de una preciosa caja, unas increíbles SANDALIAS de raso negro, que por su nombre proprio, costaban más de lo que ninguna de nosotras ganaría ese mes. Una nota acompañaba al paquete, donde escrito a mano sobre un papel verjurado se podía leer:
“Eternamente A SUS PIES, Madame…”

Para ti, M.
Porque contigo sentí que tenía el mundo a mis pies.

sábado, 4 de agosto de 2007

LA SIESTA

Era casi finales de verano, y sus padres estaban aún de vacaciones, por lo que mi amigo J decidió aprovechar esa magnífica ocasión para reunir el sábado a todos los colegas en su casa de campo, y hacer una FIESTA. Así se lo hizo saber a todo nuestro grupo de amistades, de modo que todo el mundo estaba invitado a participar a partir de las 8 de la tarde.

Yo vivía relativamente cerca de J, al igual que P, por lo que ambos nos brindamos para ir a la hora de comer y así echar una mano a J con los preparativos de la fiesta. Cuando llegamos, sobre la una de la tarde, el calor de septiembre se hacía sentir aún, por lo que decidimos darnos un baño en la piscina y tomar un poco el sol. El agua estaba divina, y lo cierto es que los tres nos reímos mucho, chapoteando como críos, librando batallas en el agua, y disfrutando con el contacto inocente de nuestros cuerpos.

He de decir que J, aunque no era objetivamente hablando un tío guapo, sí era un tipo francamente atractivo: moreno, de pecho musculoso y espaldas interminables, piernas bien torneadas por el deporte, y por qué no decirlo, con un culo que nos hacía suspirar a todas las chicas de la pandilla. P por el contrario, era el típico chico delgadito, de apariencia frágil y delicada, tez blanquísima y mirada franca, rubio de ojos claros, algo tímido (lo cual nos gustaba a todas) y con una actitud siempre positiva ante la vida. No podían ser dos chicos más distintos, y sin embargo, eran dos de mis mejores amigos.

Precisamente por ello, y por la confianza que nos unía, además de haber estado otras veces juntos en escapadas a la playa, etc, esa mañana, al finalizar nuestro baño, yo me puse a tomar el sol en top-less en el césped. La casa de campo estaba bastante apartada, y los altos muros del jardín nos protegían de cualquier mirada indiscreta, por lo que me pareció una idea de lo más estupenda para volver un poco más morenita y sin marcas. Los chicos no le dieron importancia alguna, se lo tomaron como algo de lo más natural, y estuvimos al sol como hasta las dos y media, en que decidimos ponernos manos a la obra con la barbacoa.

Así, yo me volví a poner mi bikini al completo, junto con un delantal, y después de luchar con las ascuas un buen rato, entre risas nos pusimos tibios de choricitos, panceta, chuletas, y VINO blanco… sí, ese vino blanco TRAIDOR.

Como aún faltaba tiempo para que llegara el resto de la pandilla, hacía un calor sofocante a esa hora, y el buen comer y beber invitaba a la somnolencia, propuse echarnos una SIESTA. La idea fue bien acogida, y nos echamos en la cama de matrimonio de la habitación grande, que tenía aire acondicionado. Nos quedamos fritos casi al instante, y he de decir que la siesta fue muy placentera… aunque no tanto como el despertar.

No puedo decir cuánto tiempo pasó desde que nos echamos, ni cuánto habíamos dormido, sólo recuerdo vagamente que me desperté EN MEDIO de J y de P, tal y como nos habíamos acostado tiempo antes, pero ahora cada uno de ellos me tenía abrazada desde su lado, a la altura de la cintura. Ellos seguían dormidos, plácidamente. Yo estaba realmente a gusto y muy relajada, y ante aquella situación tan curiosa, decidí ser un poco mala y empezar a acariciar los brazos de J y de P, lentamente, como haciéndoles traviesas cosquillitas… y no podía dejar de sonreír para mis adentros, divertida, cuando sentía el efecto que mis caricias causaban en ellos. Al final decidí ser buena y dejar de aprovecharme… aunque no me moví de entre aquellos dulces brazos que me rodeaban a PARES, y cerré de nuevo los ojos, aferrándome a los últimos minutos del remolón, que según dicen, son los que más se disfrutan.

¡¡Y tanto que los disfruté…!!
Lo cierto es que la situación se volvió increíblemente morbosa sin haberlo yo previsto, y es que de pronto, sentí que la mano de J empezaba a ACARICIARME tímidamente la cintura… Y la de P comenzó a hacer otro tanto de lo mismo, pero justo desde el otro lado. En ese instante, yo no sabía qué hacer ni qué pensar, lo cierto es que era la primera vez que me encontraba en una situación así, y no era en absoluto desagradable, más bien todo lo contrario. Así que decidí quedarme muy quieta y ver por dónde seguía la cosa… Y la cosa siguió, subiendo de tono… Ahora podía sentir ya las manos de J y de P deslizándose suavemente por mi barriguita, por mi cadera, por la cara exterior de mis muslos, por mis brazos, por mi cuello… Yo estaba realmente encantada, nunca antes había sido acariciada por dos manos de personas distintas, de movimientos imprevisibles, y totalmente independientes entre sí… Y me gustó, realmente me excitó mucho.



Tal fue así, que decidí comenzar a participar activamente de aquella fantástica experiencia. Y de este modo, con los ojos cerrados y sin mediar palabra alguna, empecé a recorrer con mis propias manos aquellos DOS cuerpos masculinos, uno a cada lado de mí… Acaricié sus piernas, sus brazos, sus pechos, intentando no volverme loca con la información tan dispar que provenía de cada una de mis manos, además del creciente placer que notaba al sentirme recorrida por todos aquellos dedos indomables… dedos que habían perdido ya su timidez y habían comenzado a rozar mis pechos y mi pubis por encima del bikini, que estaba empezando a empaparse por momentos. Mi excitación era inmensa, y decidí averiguar por mí misma cuánto de intensa era también esa excitación en mis dos compañeros de TRAVESURA… Posé mis dos manos encima de cada uno de sus bañadores, y puede comprobarlo al instante: estaban tan excitados, o más, que yo.

Cuando noté sus miembros erguidos e impresionantemente DUROS despuntando bajo la suave tela del traje de baño, no puede evitar lanzar un suspiro… Y empecé a acariciarlos con verdadera devoción, primero delicadamente y por encima del bañador, y luego, con auténtico ardor por debajo de él. Nunca olvidaré el momento en que fui CONSCIENTE de que estaba agarrando un par de pollas diferentes a la vez, una en cada mano, ni el inmenso placer que me suponía comenzar a masturbarlas al unísono, sentir su calor, su piel de formas distintas, y cómo reaccionaban ante mis dedos…


El ambiente se caldeó con pequeños gemidos reprimidos, y ahí fue cuando sentí la necesidad de abrir mis ojos, como para creerme que aquello estaba sucediendo de verdad. Y vaya si estaba ocurriendo: J y P estaban a mi lado, boca arriba, DISFRUTANDO del momento tanto como yo, tensos, excitados, casi inmóviles y con los ojos cerrados, tan sólo revolviéndose de placer cuando mis manos hábilmente recorrían y jugueteaban con sus deliciosos miembros… No puedo recordar a día de hoy quién se corrió primero, si J ó P… pero lo cierto es que en un momento dado, noté mis dos manos llenas de su cálida leche, y eso me hizo sentir la mujer más poderosa del mundo.

Cuando retiré mis manos y creí que todo había terminado, oí un “shhhh…!” y me quedé quieta. Es cierto que yo estaba muy excitada, pero me había concentrado tanto en las sensaciones de aquella doble masturbación, que me había olvidado un poco de mi propio placer… Por suerte para mí, parece que ni J ni P lo habían pasado por alto.

Así fue como ellos dos empezaron a juguetear entonces conmigo, acariciándome por encima y por debajo del bikini, sin piedad, y mientras una mano me sobaba los pechos, y pellizcaba suavemente mis pezones, otra, se colaba por entre mis muslos, y buscaba mi clítoris… Yo no es que estuviera caliente… ¡¡¡es que ARDÍA entera en deseo!!! Hubo un momento en que aquellas dos manos distintas se concentraron ambas en mi coño, jugando entre sí y por separado, con mi vello, con mis labios inflamados, trabajando concienzudamente en mi clítoris, hundiendo sus deditos a la vez en mi raja completamente húmeda... y me corrí. Me corrí como nunca, GIMIENDO y gritando de placer hasta la extenuación, sobre aquellas dos manos inquietas, que ahora se retiraban delicadamente.

Cuando eso ocurrió, me abandoné a la calma que sigue al placer, intentando sosegar mi cuerpo, incapaz siquiera de abrir los ojos, y consciente de la increíble sensación de vergüenza que podría suponer enfrentarse a la realidad del instante siguiente... Fue entonces cuando P, incorporándose como si tal cosa, dijo:

- “Chicos, son las 7… y esta panda estará a punto de llegar en nada… ¿Alguien quiere una coca-cola?”

Y se fue tranquilamente a por esa coca-cola a la cocina.
P y yo nos miramos divertidos, y nos levantamos también. Una vez en la cocina nos dimos un beso CÓMPLICE en la mejilla los tres, y enseguida comenzamos a preparar las fuentes con aperitivos para la gente que empezaría a llegar apenas unos 20 minutos después.

En todo el tiempo que hemos seguido teniendo relación J, P y yo, NUNCA hemos hablado ni hecho referencia a aquella tarde tan especial. Y nunca se volvió a repetir, al menos entre nosotros tres. Pero sé de buena tinta, que como a mí, aquella experiencia les marcó para siempre, y fue el inicio de una apertura sexual y de la superación de muchas barreras mentales, que ha sido muy importante , por no decir crucial, en cada una de nuestras vidas.

Para vosotros, J y P.
Por nosotros y por nuestro secreto.

jueves, 2 de agosto de 2007

¿AÚN NO LO SABES?

En ese momento, ella aún no lo sabía.
NO SABÍA que yo me la imaginaba desde hacía tiempo, desde que oí su voz por primera vez al otro lado del teléfono, con una carita aniñada y pálida como iluminada por la luna, y sonriendo, siempre sin dejar de reír a raíz de mis comentarios.

Pero ese día todo era distinto, y es que... habíamos quedado para comer, en su casa. De hecho, ahora la tenía delante. Y también sonreía, de una forma igual de franca, pero muchísimo menos inocente.


Era verano, y el CALOR sofocante de la sobremesa nos obligó a huir del porche para buscar refugio dentro, en la cocina, estancia bastante más fresquita y agradable. Sacó un pedazo de SANDÍA de la nevera, y me ofreció. Estaba deliciosamente fría, y carnosa, y seguimos riéndonos de tonterías mientras nos dejábamos el alma mordiendo aquella jugosa rodaja encarnada, que parecía lo único útil para poder combatir el calor y refrescar el ambiente… al menos por un instante.


Lo cierto es que acabamos riendo a pleno pulmón cuando nos descubrimos pringosas y llenas de churretes, desde las manos al escote, la boca, el cuello, los brazos… Y acepté de buen grado su invitación de lavarnos las manos en el fregadero, que por un momento se tocaron y juguetearon inocentemente bajo el agua corriente.

De pronto, la miré, fijamente. Y la observé como mil veces antes la había buscado en mis SUEÑOS, sonriendo, tranquila, con el pelo revuelto y un simpático mechón cruzando su cara aún manchada de rojo… Solo que esta vez, estaba realmente allí, apenas a un palmo de distancia, con los labios húmedos de zumo de sandía, sonriendo tímidamente, mirándome (ahora sí, callada), con una mezcla de intriga, temor, pasión y ternura infinitas…

No pude hacer otra cosa que acercar mi mano a su rostro y retirar ese mechón de su melena con suavidad. Le acaricié el pelo, despacio, sin dejar de mirarla a los ojos, y luego cogí con mis manos aún mojadas su cara, apenas rozando sus mejillas, para comenzar a lamer delicadamente cada una de las gotitas con sabor a sandía que rezumaban indiscretas de la comisura de sus LABIOS



Nos besamos, larga y apasionadamente, primero de forma tímida, luego con ardor. El calor asfixiante que apenas media hora antes en el porche nos estaba matando, no parecía ahora tan peligroso comparado con el sofoco que comenzaba a emanar de nuestros cuerpos. Nuestras bocas parecían estar como SELLADAS contra la piel, no podíamos dejar de lamernos, besarnos, mordisquearnos, era imposible despegar nuestros labios, corroídos por el ansia de no querer dejar escapar el precioso objeto de nuestro deseo…

Volvimos a mirarnos, una vez más, y esta vez sí, sonreímos al unísono, quizás al descubrir que ya no había temor en sus ojos, ni rubor en los míos, sino una súplica CÓMPLICE y encendida por ambas partes de seguir adelante explorando nuestros cuerpos…

Y a ello nos abandonamos, con apasionado esmero, hasta ver desmayar el atardecer.
Para M.
Porque te deseo. ¿Aún no lo sabes?

lunes, 16 de julio de 2007

ELLA

Podía parecer a los ojos mundanos la criatura más frágil e inocente de la tierra.
Pero cuando ELLA clavaba en mí su mirada de ESA forma, yo sabía que estaba perdida…Daba igual lo que ocurriera dentro o fuera del mundo. Justo en ese mágico instante, todo a mi alrededor parecía desvanecerse, desaparecer, sumirse en una oscura y densa niebla que daba paso a un universo paralelo donde sólo existíamos nosotras dos.

No supe lo que era amar a una mujer hasta que la conocí. Y a pesar de haberlo imaginado mil veces, mis expectativas oníricas se multiplicaron exponencialmente la primera vez que me dio la mano y me sonrió. Ese día, sentí una mezcla extraña de alegría, pánico, rubor, deseo e intensidad, que nunca jamás había sentido antes. Sí, en efecto… Yo, una rompecorazones masculinos experimentada y hasta castigadora, una actitud libre nacida para seducir, yo… me derretía con cada palabra, con cada gesto, con cada mirada que me dedicaba aquella deliciosa mujer.

ELLA era hermosa y muy joven, con el pelo negro azabache largo hasta la cintura, de curvas generosas y proporcionadas, rasgos suaves, piel de puro algodón y una mirada inocente que embelesaba. Sí, para mí era la mujer perfecta, y yo, realmente, la adoraba.


La primera vez que hablamos, mi corazón latió con tal frenesí que creí llegar al borde del infarto. Cada vez que me sonreía, no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Y cuando supe que ella compartía y me correspondía en esta desazón que me mortificaba desde hacía tiempo, ese día me miró, clavó sus ojos en mí de ESA forma, y compartimos el beso más largo y tórrido de toda nuestra vida. Y a partir de ahí fue un no parar de amor y deseo, meses de descubrimiento y liberación, de sexo divino y desenfrenado que nos dejaba exhaustas y rendidas cada tarde, hasta que un capricho del destino hizo necesaria nuestra separación.

Aún hoy, cuando en la noche recorro lentamente con mis manos mi cuerpo en solitario, hay veces que, por un instante, me parece volver a estar junto a ELLA, sentir sus labios, notar su respiración en mi cuello, su voz en mi oído, sus dedos dentro de mí… y no puedo evitar gemir intensamente de puro placer.

Porque hay recuerdos que están grabados a fuego en mi memoria… Y ella será siempre dueña de mi PIEL.

Para N.
La mujer de mi vida.

jueves, 12 de julio de 2007

BLUE EYES

Me llamó y me dijo: - “¿Estás ya en el restaurante?”

Yo le dije que no, pero que estaba llegando ya a nuestra cita, casi a la carrera, porque una maldita petición de última hora de mi jefa, había dado lugar a ese retraso inoportuno. El dijo simplemente:
-“Entonces espera, que salgo a buscarte.”

Sabía que tenía los OJOS AZULES, inmensos como el mar, el pelo moreno, la risa suave, y una voz que aunque tímida, inspiraba confianza. Que estaba casado. Que tenía ganas de conocerme. No sabía ni necesitaba saber nada más.

Llegó el día de nuestra cita a ciegas, inusual como sólo puede serlo una CITA así, programada para la hora de comer. Y allí estaba él, saliendo a recogerme a la puerta del restaurante, con su par de ojazos azules, en efecto, y una sonrisa amable. Un tipo atractivo, pensé yo.

Se acercó a mí, y nos dimos un par de besos en la mejilla, todo muy correcto. Reconocí su perfume al instante, se trataba de un clásico masculino, cálido y dulzón, y que me recordó la excitante revelación que suponía también sobre la piel de una mujer. Nos sentamos y pedimos la comida, charlamos animadamente, y pasamos un buen rato compartiendo pequeñas y grandes intimidades, era además es buen conversador. Me gustó poder mirarle a los ojos al fin, ese par de mares azules con los que había soñado, y que no por eso se violentara. Su mirada era limpia, como sus palabras, y eso me gustó. Sólo a la hora del café juraría que por un instante, sus ojos se detuvieron en el tiempo buscando los míos. Buscándome a mí.



Su trato fue exquisito: amable, respetuoso, discreto y divertido. Y sí, una de sus cualidades más notables era el saber estar. Cuando nos íbamos, subí un momento al baño para arreglarme antes de volver al trabajo. El me seguía dos peldaños por detrás. Me hubiera gustado saber qué miraban sus enormes ojos en ese momento, qué pensaba, si seguiría con su mirada mis pasos firmes, o si se deleitaría soñando con mi la cadencia de mis caderas...

Salimos finalmente del restaurante, andando a toda prisa bajo la incipiente lluvia, camino de su coche. Sentados, uno junto al otro, sonreímos, y nos dedicamos unas miradas cariñosas aunque ya no tan inocentes. Siempre me ha gustado la imagen de un hombre al volante. Y allí estaba él. Y sus ojos. Y su perfume, que invadía el reducido espacio entre copiloto y conductor…

Me acompañó al trabajo, y cuando paró el coche, sentí la necesidad de oler más de cerca ese perfume. Sencillamente acerqué mi nariz a su cuello, un cuello de piel blanca y suave, y me dejé embriagar lentamente por su aroma. No sé cuánto duró en realidad ese instante, pero recuerdo que mis labios rozaron suavemente su piel tibia. Y hubiera seguido rozando aquella piel con mis labios, con mis mejillas, con mis párpados, borracha de su aroma, durante mucho tiempo.

Al separarme de aquel cuello embaucador, sus ojos me estaban mirando. Se clavaron en mí, grandes no, INMENSOS. Y con una luz propia, como sólo la enciende el deseo contenido. Quise sentir uno de sus tantas veces prometidos susurros en mi oído, y así es como noté por vez primera su lengua discurrir tímidamente por mi lóbulo y después por mi nuca, mientras me susurraba palabras prohibidas...

Un pequeño escalofrío de placer recorrió mi cuerpo.

Me estremecí entera como las púas de un erizo, y cuando volví a mirarle, a esos ojos azul deseo, azul anhelante, hubiera deseado poner mi mano otra vez en su cuello, esconderla entre su camisa, acariciarle largamente el pecho… Besarle los labios ya no de forma tímida, sino apasionadamente, y abandonarme al placer de su boca, de sus manos, de su mirada, de sus dedos... Para iniciar conscientemente al fin, la increíble aventura que supone redescubrir caricias robadas sobre un cuerpo nuevo.

Para ti, R.
El guardián de mis ojos azules.

miércoles, 11 de julio de 2007

MASTER & SERVANT

Yo sólo sabía de ti, lo que les había oído contar a ellas, con voz estremecida y el miedo aún en el cuerpo, cuando se enteraban que las habías mandado llamar.
Nadie sabía en verdad tu nombre, sólo tu apodo, ése que se refería a la ciudad de donde venías, puntualmente, una vez al mes.
Tu llegada siempre suponía para todas ellas una exasperante mezcla entre el regocijo y el pánico, y la difícil elección entre una indecente suma de dinero sellada con sangre y el temor de ser la elegida para ello.
Todas sabían lo que suponía entrar contigo en aquella habitación, donde lo primero que hacías era cubrir el espejo. Y yo sabía perfectamente lo que suponía salir de ella, dado que preparé infinidad de cataplasmas de hielo y Trombocid, para aquellas desdichadas y necesitadas ninfas, cada una de aquellas interminables noches, una vez al mes…

De entre todos los espacios disponibles para desarrollar tus fantasías, elegiste el mío, para envidia de otras muchas que, maldiciéndome, veían desaparecer ante sus ojos aquella increíble oportunidad de negocio, otro mes más… Lo que no entendían era que, en realidad, en aquel momento, el espacio te era totalmente indiferente, porque tú… Tú ya me habías elegido a .

Y me habías elegido, porque detrás del monstruo que sólo veían ellas, tú sabías que yo te comprendía y te respetaba, en la misma medida que te despreciaba. Y eso te enfurecía, te exasperaba, y por supuesto te excitaba… porque en el fondo, sabías que NUNCA podrías tenerme.

Sería incapaz de recordar a estas alturas cuántas veces tentaste mis límites, simplemente para oírme negarme regocijada… o cuántas veces pusiste toda tu fortuna a mis pies, suplicándome un sólo roce, vendiendo tu alma al diablo por un único azote en mis nalgas de piel blanca e inmaculada, que vivían libres en tu imaginación… ¿tú lo recuerdas?

El tiempo pasó, y mientras las demás te volvían la cara por miedo, yo te invitaba a un café. Nunca dejaste a nadie que te mirara a los ojos, y sin embargo, yo me permitía desafiar tu mirada cada mañana, una vez al mes, después de cada sesión. Y tú condescendiente, me regañabas por ello, desde el cariño con que se habla a un niño indisciplinado, pero en el fondo encantado porque al menos habías conseguido algo de mí: un pedacito de mi rebeldía.

Tras muchas horas de conversación llegamos a conocernos, a respetarnos, y a entendernos cada vez mejor. Como siempre, tú seguías tentándome y yo seguía jugando, dándote esperanzas vanas, que iban socavando más y más tu impaciencia hasta la cita del mes siguiente.

Y así, llegó un momento en que yo deseaba secretamente que llegara cada día 5, y en que tú, a regañadientes, me confesaste que te tenía ya loco, que me necesitabas de un modo tan brutal que morirías y matarías por mí. Y yo, en verdad, en ese momento me relamía de placer, viéndote sufrir así… A ti, que habías sido el Amo y Señor del mundo la noche anterior, haciendo sufrir a otras, y que sin embargo, no podías dejar de humillarte cada mañana siguiente a los pies de aquella que te desafiaba constantemente y no podías tener… Y tu sufrimiento desesperado llegó a excitarme no imaginas cómo...


El sol de aquella mañana de mayo, tenía un tinte especial. Tú estabas especialmente hablador, y yo no dejaba de observarte. Te deseaba, pero de una forma muy distinta a como había deseado a cualquier otro amante habitual. Y ya lo había decidido. Sabía que había llegado el momento de medirme contigo y poner a prueba mis límites, así que decidí traspasar la línea y te pregunté mirándote directamente a los ojos, con una voz burlona a medio camino entre el susurro y el desafío:

- “¿Me deseas... AMO?”

Por unos segundos se hizo un silencio espeso mientras nuestras miradas se cruzaban duramente.

- “ ¡¡BASTA!!” – respondiste enfurecido y alzando un dedo amenazador– “No se te ocurra jugar conmigo…”

- “ ...Pero yo creía que lo que te gustaba era jugar...” – te dije mordiéndome los labios con toda mi intención.

Sonreíste, condescendiente.

- “Así que mi pequeña quiere jugar, ¿eh?…”

Su voz denotaba ahora cierto nerviosismo y le traicionaba un poco la emoción…

- “¿De veras que quieres jugar, mi dulce niña? Entonces... ¡aparta la mirada de tu Amo! ¡¡Inmediatamente!!”




Y así lo hice, muy obediente, y a partir de ese momento, me dejé conducir dócilmente de la muñeca hasta la habitación de su hotel, siete plantas más arriba de la cafetería donde cada mes nos reuníamos. Mientras subíamos en el ascensor, yo siempre con la mirada clavada en el suelo, él me susurraba al oído:

-“Sabes lo que más deseo en este mundo, ¿verdad? Has sido mala, MUY mala, y creo que ya imaginas lo que voy a tener que hacer contigo… Tú mejor que nadie conoces el castigo... Dime, ¿tienes miedo?”

- “No, mi Amo… ¿cómo podría tener miedo de ti?”

Pero lo cierto es que estaba inquieta, y nerviosa, porque conocía a la perfección sus preferencias y había visto ya en demasiadas ocasiones la marca de su cruel castigo en otras carnes. Pero a la vez, me sentía terriblemente excitada, y por alguna extraña razón que desconozco, confiaba ciegamente en él.

Llegamos a su habitación, y esta vez no cubrió el espejo. Una vez allí, sacó de su maleta un precioso paquete, envuelto para regalo, que me ofreció y me ordenó que abriera. Era un impresionante camisoncito de tirantes, de Chanel, corto hasta la cintura, bordado en seda y con preciosos encajes, y que según me confesó emocionado, había comprado tiempo atrás en París, pensando en mí, y que llevaba siempre consigo en cada una de sus escapadas mensuales, soñando con vérmelo puesto el día en que por fin yo decidiese entregarme voluntariamente a él… El gesto me pareció de lo más conmovedor. Y comprendí que para él, ese momento estaba siendo tan especial como el descubrimeinto de una novia virgen en su noche de bodas.


Me desvistió por completo con todo el mimo, y a continuación me puso delicadamente el camisoncito, y así me dejó, ataviada sólo con esa pequeña prenda que dejaba mi sexo expuesto y mis nalgas bien formadas al aire. El, totalmente vestido, estaba visiblemente excitado. Me hizo arrodillar en el suelo, sobre la alfombra, de espaldas a él y con las manos detrás de la cabeza. Y empezó a acariciarme. Me acarició lentamente la nuca, luego el pelo, los hombros, la espalda, la cintura… Me ordenó que separara bien las piernas y de pronto me cogió bruscamente el coño con su maño, y lo manoseó con notable e inusual habilidad. Yo estaba a punto, pero en mi último esbozo de rebeldía, me resistía inútilmente a gemir o jadear, a pesar de que estaba totalmente enajenada, estremecida, húmeda y excitada… y en ese momento, como no podía ser de otro modo, él me pidió dulcemente al oído:

- “Entrégate a mí por completo… sabes perfectamente lo que quiero de ti, mi pequeña… y ha llegado el momento, ¡dame el placer de escucharlo de tus labios...!
Sigo esperando... -musitó impaciente y enfervorecido- Vamos, ¡¡PÍDEMELO!!”

De pronto, perdida de deseo y muy despacio, volviéndome hacia él lentamente, y desafiándole de nuevo con la mirada, le respondí con un suave gesto de mi cabeza:

- “Sabes que no lo haré, mi Amo…”
“…a menos que seas quien me lo suplique, como te he oído hacerlo tantas otras veces, con esa vehemencia que sabes que me excita como nada en este mundo…”

Y con mi mejor carita de inocencia, delante de él, mordiéndome los labios y acariciando mi culito sonrosado, simplemente le susurré:

- “Vamos... has estado esperando este momento más de un año… Así que, demuéstrame cuánto lo deseas en realidad… Si de verdad quieres hacerlo, humíllate y pídemelo tú… ¡SUPLÍCAMELO! Sabes que después de oírte, yo no podré negarme…”


Y así fue como, en aquel momento, aquel hombre de nombre desconocido sonrió vencido, rindiéndose ante la evidencia de reconocer a su igual, y se hincó a mis pies suplicando como un niño bajando la mirada…

-“Por lo que más quieras, sabes que eres mi obsesión, mi vida, mi muerte, la única dueña de mis pensamientos... Tú sabes ya que eres mi AMA… Déjame que te dé un par de azotes en esas preciosas nalgas que me quitan el sueño o me volveré loco… por favor, por favor, por favor... aunque sea sólo uno, uno tan sólo, por favor…”

Y preparándome para lo que me esperaba, inquieta pero con voz firme y luciendo la sonrisa triunfal que sólo puede vestir el rostro del que se sabe vencedor, le respondí...

-“Te lo has ganado. Coge tu fusta. Y no uno... Que sean diez"


Para E.C.
Porque tú viste en mí esa parte de lo que soy.
“Let’s play… Master & Servants…” – DM

viernes, 6 de julio de 2007

EL ANSIA DEL DESEO CONTENIDO

Esta vez no había ya necesidad de fingir, ni de esconderse.
Los dos sabíamos perfectamente lo que queríamos… y lo que queríamos era, sin duda, estar juntos, sin más demora.

Existe una extraña necesidad, casi febril, en el deseo contenido.
En esos momentos, puedes sentir hervir cada gota de tu sangre a su paso por las venas, oír en tu cabeza cada uno de los latidos acelerados de tu corazón, puedes notar el roce de una caricia, aun cuando la piel que la provoque esté a kilómetros de distancia, o cómo una angustia indescriptible azuza tus hormonas y aguijonea sin piedad la zona más lasciva entre tus piernas…

Ésa es el ANSIA indescriptible del deseo.


Un ansia casi salvaje por enroscarte en la boca de tu amante, y besarle con desesperación, como loco por engullir su esencia…
Un ansia desbordada por sentir que su cuerpo te pertenece al 100% por un instante, deseando atarle a ti con tus brazos ardientes como látigos de fuego…
Un ansia que te hace llegar al borde del abismo, casi al borde de la locura, una locura frenética por besar, sentir, morder, gritar, abrazar, gemir, susurrar, estallar, y que sólo puede saciarse cuando uno culmina esa necesidad desesperada de poseer ya sin barreras a su amante, y puede al fin descansar y derrumbarse, dócil y desvanecido por el placer, sobre su cálido pecho perfumado.

Para ti, R.
Porque hay noches que sigo ansiándote en la distancia

jueves, 5 de julio de 2007

LABIOS DE PERDICIÓN

Cuando por fin le tuve en mi pantalla, apenas podía creerlo... Pelo muy corto, al uno, casi rapado. Ojos muy grandes, juraría que verdes, barba de dos días, y guapo, arrebatadoramente guapo.

Pero lo que sin duda llamaba la atención en su rostro, eran sus LABIOS. Unos labios grandes, jugosos, una boca increíblemente carnosa de sonrisa limpia, que le hacía entornar los ojos de una forma muy especial.

Sin duda era joven, pero no supe cuánto hasta que finalmente me confesó su edad: 23. Apenas un niño. Apenas un hombre, pero con las ideas muy claras. Me recordaba a mí a su edad, en mi desbocada explosión hormonal tardía de los 24. Por entonces, yo quería comerme el mundo… Pero hoy, lo único que deseaba, y locamente, era comerme su boca.

A pesar de su juventuid, no despertaba en absoluto instinto maternal en mí. Todo lo contrario. Con sólo mirarle le deseaba de una forma frenética, brutal, como pocas veces he deseado a alguien.

Poder mirarle sin que él me viese, me fascinaba...
Poder observar cada uno de sus gestos, cómo movía sus manos, cómo entornaba sus ojos, cómo se acariciaba para mí y cómo sonreía ante mis comentarios anónimos… me hacía sentir la mujer más poderosa del mundo.

Para ti, I.
No dudes que tus labios siguen en mi mente...

DECLARACION DE INTENCIONES

Creo que todo en esta vida se hace con una finalidad.

Y la FINALIDAD de este blog no es otra, que expresar y compartir de algún modo algunas de mis vivencias, deseos furtivos, secretos y fantasías. En el fondo, no es muy distinto de una simple terapia personal para mi regocijo interno.

Puede que lo haga para satisfacer mi más puro deseo ególatra de escribir y ver una parte de mí, plasmada en un espacio secreto tan sólo compartido con vosotros. O porque siento, que todo aquel que me amó o que yo amé alguna vez, aunque fuera tan sólo por un fugaz instante, comparte un rincón muy especial en mi mente y en mi corazón. O quizá sea, porque echando la vista atrás, no puedo evitar sonreír al recordar muchas de mis deliciosas experiencias, y puede que ello inspire a alguien o simplemente le ayude a abrir su mente...

Por eso, si con mis palabras consigo hacerte soñar, excitarte, incitar tu curiosidad o replantearte algunos de tus propios límites, entonces habrá valido la pena robarle a mis noches un pedacito de tiempo, y con eso me daré por más que satisfecha
Para ti, anónimo lector.
Porque a pesar de no conocerte, ya formas parte de mí.

ENVIDIA y ADMIRACIÓN

Yo te llamo APOLO, porque no sé realmente tu nombre.



Te encontré por casualidad en una madrugada insomne y te leí. Y tu blog me pareció fascinante. De hecho, tan de casualidad te encontré, que en el mismo día en que supe de tu existencia, cuando cerré el ordenador sin fijarme -¡seré tonta!-, ese mismo día... te devolví al abismo del anonimato.

Pero al instante supe que algo habías removido en mi interior. Es por ello que desde entoces vago errante en mis madrugadas perdidas, buscando tu link, ése que me dejó cautiva de tus pensamientos, y que como un niño travieso esquiva mi presencia.

Siendo mi nombre Cirene, ninfa guerrera por excelencia, he de confesarte, mi querido Apolo, que fueron tus confidencias las que me inicitaron a crear mi propio blog. Primero, por la pura ENVIDIA de saber de tu mundo excitante y no poder retenerlo para mí. Y segundo, para intentar recrear de algún modo esa presencia invisible tuya que ADMIRO y poder así compartir contigo mis más íntimos secretos, como tú hiciste conmigo, aún sin saberlo, a solas aquella vez.

¡Quien sabe...! Quizás de este modo, tal y como cuenta la leyenda, seas tú quien acabe espiándome a mí desde el monte Olimpo, en alguna de tus madrugadas perdidas, y decidas hacerte visible ante mis ojos, para acabar raptándome al fin...


Para ti, Apolo.
Por ser mi inspiración para crear este espacio