sábado, 15 de marzo de 2008

EL VAGÓN ROSA

Me encanta que dentro del correcto y ordenado mundo de la tradicional sociedad japonesa, exista un verdadero resquicio donde habita libremente la perversión. JAPÓN es un increíble país donde sus gentes rechazan cualquier tipo de contacto físico en público, y muestran un sagrado respeto por los demás, mientras sus mentes calenturientas son capaces de crear las más retorcidas historias HENTAI, de las que soy una auténtica y apasionada seguidora.

Aunque si hay algo que realmente me deleita de los japoneses, es la infinita capacidad que aún tienen para sorprenderme, como con sus imaginativas soluciones para cualquier tipo de problema. Ya se sabe, “a grandes males, grandes remedios”, y si encima están pintados de un llamativo color ROSA, pues mucho mejor. Digo esto porque la red ferroviaria de Tokyo, además de ser mundialmente conocida por los “empujadores” de las horas punta, al parecer en dichas horas, también eran más que conocidos y abundantes los acosadores de señoritas, que se dedicaban a los manoseos y la toma clandestina de fotos obscenas debajo de las faldas de las féminas. Así que, la curiosa solución japonesa para este problema fue reservar los dos primeros vagones de cada convoy en hora punta, únicamente para las mujeres, cosa que se advierte tanto en el vagón como en el andén, con un enorme cartel en color rosa fosforito. En serio, a veces sus ideas son tan absurdas como geniales, jajaja… y por eso los adoro, no puedo evitarlo.



Puestos es estos antecedentes, ya os podéis imaginar que una mente inquieta como la mía, no podía dejar de preguntarse qué pasaría… si una mujer buscara INTENCIONADAMENTE sentir el manoseo de esos pervertidos, aprovechando las aglomeraciones que inmovilizan a los pasajeros… Y así es como comenzó mi aventura.


Mi trayecto no era especialmente largo, apenas me separaban 35 minutos desde el hotel hasta la zona financiera, y creo que no recordaba un vagón de metro tan lleno desde mis años universitarios. Me acomodé en un discreto rincón, de pie entre todos aquellos hombres de anodino e idéntico traje gris, y me puse los cascos de mi ipod. El tren se puso en marcha, y en los 5 minutos siguientes no pasó nada, como mucho algún ligero roce debido al traqueteo y a las dos paradas siguientes casi consecutivas. Sin embargo, a partir de ahí, entramos en un tramo bastante largo entre dos estaciones, donde además de sentir una mayor velocidad, empecé a notar cómo el círculo de hombres que me rodeaba, comenzaba discretamente a estrecharse, hasta dejarme casi inmovilizada entre sus cuerpos…

De pronto, por detrás, sentí una mano sobre mi falda, en mi pierna, a la altura del muslo. Era un contacto leve y muy tímido, pero me encantó la idea de poder cumplir mi fantasía, así que deseando saber hasta dónde podría llegar, intencionadamente me aplasté más contra esa mano INOCENTE en la siguiente curva. El no saber a quien de todos aquellos rostros impasibles y desconocidos pertenecía esa mano, me ponía realmente a cien. Tanto me calenté, y tanto se hizo de rogar el siguiente movimiento, que ya estaba tremendamente húmeda cuando separé un poco más mis piernas para dejar campo libre a esa mano que turbaba mi deseo. Finalmente, así pareció entenderlo, y los primeros roces casuales se convirtieron ya en lentos intentos furtivos de levantar mi falda para llegar hasta mi piel.


Aquella lentitud me exasperaba, pues chocaba frontalmente con mi deseo de acción inmediata, y me obligaba a CONTENER mis ganas de ser traviesa y restregarme descaradamente sobre aquella mano desconocida… y ese ejercicio de contención aumentaba aún más si cabe mi calentura y mi placer…

Un cuerpo se pegó a mí por detrás, de pronto, y sentí claramente su entrepierna hinchada a la altura de mi muslo, mientras por fin sus dedos alcanzaban mis braguitas mojadas.



Nadie a mi alrededor parecía estar haciendo otra cosa que no fuera mirar al techo o a su periódico… pero había dos dedos que empezaron a jugar con mi rajita masturbándome con suavidad. Al momento, apareció desde atrás otra mano que acabó entre mi falda medio levantada, bajándome un poco las braguitas, y llegando hábilmente hasta mi coño sin pudor.

Yo me sujetaba como podía, agarrándome con fuerza a la abrazadera de la barra, pues sentía que mis piernas empezaban a flaquear por el placer… La situación era de un morbazo increíble, y yo llevaba ya un buen rato a punto de correrme... y NECESITABA gemir, y retorcerme con el placer... pero no podía hacerlo -realmente NO QUERÍA hacerlo aún- para no dejar escapar esas manos que tanto goce me estaban regalando…


…manos que ya se deslizaban a su antojo por mi coño, por mis muslos, por mi cintura, por debajo de la blusa sobándome también las tetas… ¡¡¡Dios, es que me encantaba lo que me estaban haciendo…!!! Pero lo que más me excitaba es que NINGUNO de aquellos hombres parecía inmutarse, al contrario, eran cómplices silenciosos que se apretaban con más fuerza aún si cabe contra mí, para cubrirse unos a otros en sus fechorías, mientras TODOS eran conscientes de aquellas manos del que se atrevía a realizar quizás la misma fantasía todos ellos compartían en su mente.



Una locución femenina en japonés anunció la llegada a la siguiente estación. No pude evitarlo y no quise demorarlo ya más: GEMÍ y gemí, ahogadamente, mientras me derretía sobre aquellas delicionas manos, que comenzaron a retirarse entre la multitud con la misma discreción con la que aparecieron. Yo también aproveché para colocarme mejor la falda y cerrar mi chaqueta disimulando así mi blusa revuelta.

Cuando me disponía a salir, y mientras se abrían las puertas de mi vagón, una cálida voz masculina susurró junto a mi oído: "Sayonara okashi onnanoko"... (algo así como “Adiós, mi niña-golosina”...)
Sonreí.
Y sin detenerme ni mirar atrás, me dirigí al vagón contiguo, marcado en color ROSA, para relajarme y así finalizar el resto de mi trayecto.

Por uno de mis países favoritos: JAPÓN.
Porque nadie debería morir sin descubrirlo.