viernes, 19 de octubre de 2007

¿JUGAMOS?

Recuerdo que de pequeña uno de mis juegos favoritos era el de ”la guerra de barquitos”, o por otros muchos también conocido como “HUNDIR LA FLOTA”.

Un simple papel cuadriculado bastaba para construir un tablero improvisado, hecho a golpe de boli azul, con una rejilla numerada de 10 casillas, o tantas como se pactase… 1,2,3,4,5... A,B,C,D,E... Un minuto para colocar tus naves… y ya estabas listo para empezar a jugar.




Delante de ti, frente a frente, tu rival. Pero convenientemente separados por un cartón, una caja, o un libro de texto de primaria abierto con el lomo boca arriba, a modo de tienda de campaña… (hoy día, con lo que cambian los tiempos, quizás sea por la pantalla de algún ordenador).

Y por delante, un reto, toda una estrategia por descubrir, poco a poco, sin prisas… Silencio a ambos lados, y todo tipo de conjeturas sobre el punto de esa cuadrícula donde el otro puede ESCONDERSE… y donde ambos están condenados a ENCONTRARSE. Una voz musita en apenas un segundo, un código secreto al que se le responde de inmediato, y que les hace cómplices en su juego. A flor de piel, la tensión de mostrar una parte de ti, de buscar una parte del otro, el placer de la victoria al acertar alguna de sus naves, unida a la agonía de irse sabiendo descubierto… tocado… y hundido.

Se dice de mí que soy una mujer tremendamente juguetona, y quienes lo dicen, siempre acompañan sus palabras con una sonrisa de complicidad. Y a mí, particularmente, esa sonrisa me ENCANTA, porque muy en el fondo sé o me gusta creer, que está provocada por algún recuerdo especial que algo tiene que ver conmigo, y que en ese preciso instante volvió a estar vivo en su mente.

Tengo una hoja de papel cuadriculado y también un boli azul… y he pensado que me encantaría ver en tu rostro, algún día, ese TIPO de sonrisa.

¿Jugamos...?


Para A.T.
Porque creo que serías un oponente delicioso.

martes, 2 de octubre de 2007

8 NEGRA y CARAMBOLA

Hay que ver las cosas que somos capaces de soportar las mujeres, sólo por hacerle un favor a nuestra mejor amiga. Y más, cuando ésta te mira con esos ojitos de cordero degollado, que NUNCA fallan, en medio de una noche de fiesta que hasta entonces estaba siendo perfecta, y te señala disimuladamente hacia su espalda, donde un poco más atrás ha dejado al pedazo de maromo que acaba de ligarse… En fin, es lo que podríamos llamar “Ley de amigas”, y ya se sabe… hoy por ti, mañana por mí.

Y así es cómo a regañadientes salí de nuestro local favorito, para dejarme arrastrar junto a mi amiga L, su macizón, y el acompañante de turno del susodicho, hacia aquel lugar indescriptible donde terminamos. Según el ligue de L, aquel garito al que nos dirigíamos pretendía ser un “espacio multidisciplinar que conjugaba la modernidad con la música de los 80, y una atmósfera íntima con el atractivo del juego”… En otras palabras, y traduciendo al cristiano: se trataba de un verdadero ANTRO, oscuro y largo como una cueva, cuya única modernidad se centraba en una decoración rayando en lo hortera, incluyendo neones color rosa delimitando la barra, y donde además, se jugaba al billar… ¡¡Valiente descripción la del amigo…!!




Pero bueno, allí estábamos ya los cuatro, así que nos dirigimos hacia la deslumbrante barra de neón y pedimos unas cervezas. Nos pusimos a charlar de cosas triviales, y como todos teníamos muy claro, L y su ligue no tardaron en “perderse” de la mano, con la EXCUSA de ir a ver el resto del local.

Lo cierto es que una amiga es una amiga, para lo bueno y para lo peor, así que intenté ser todo lo cortés que pude con el amigo del macizón. Y lo fui, creedme, hasta que claramente insinuó que nos había acompañado porque tenía la esperanza de “ir a encontrar”, JUNTOS, a nuestros amigos "perdidos"...

En fin. Os juro que hice verdaderos esfuerzos para no reírme en su cara, por pura educación. Y es que si en verdad algo NO soporto, son ese tipo de ideas preconcebidas, y más viniendo de una persona (en este caso, un hombre) cuya conversación podría competir duramente en grado de sensualidad e inteligencia, con la de un protozoo… Por todo ello, decidí que había llegado realmente el momento de perderle de vista. Así que le comenté que adonde pretendía ir yo, era al baño, y SOLA, y mejor que a la vuelta él estuviera ya ocupado conociendo a otra “exploradora”… Y me largué abriéndome paso entre la gente, a otra zona del local.

Mirándolo ya con otros ojos, y sin el pelma del acompañante a mi lado, aquel garito no estaba TAN mal. Muchos recovecos oscuros, muchas parejas metiéndose mano por los rincones al son de música ochentera (L incluída), mucho humo, eso sí, y un particular AROMA entre agrio y dulzón, mezcla de perfume barato, tabaco, muchedumbre, cerveza… y TIZA. Porque al fondo del local, y detrás de una cortina negra de terciopelo raído a medio recoger, se podía entrever una luz muy suave… Siempre me ha encantado ese sonido tan característico de la apertura de una partida, así que al escucharlo, me dirigí decididamente hacia aquella zona.



Al cruzar la cortina, llegué a un espacio algo más amplio, igualmente oscuro y cuya única iluminación era el reflejo de una lámpara verde sobre el tapete de una de las dos mesas de BILLAR. Había dos chicos jugando, pausadamente, en el centro de la estancia. Al otro lado, unos sillones negros de skay acogían a quienes seguían dándose achuchones sin parecer interesarles demasiado la partida. Yo me situé en uno de los rincones junto a la otra mesa de billar, arropada por la densa penumbra, y me limité a OBSERVAR.

Uno de los chicos, apenas un muchacho, era alto y desgarbado, con el pelo pincho y ciertamente desaliñado. El otro, vestido con unos vaqueros y una camisa de cuadros a medio remangar, tenía el pelo castaño, largo y rizado, y recogido en una coleta. Parecía guapo, pero no pude comprobar su verdadero ATRACTIVO hasta que se acercó al tapete para examinar una jugada, y la tenue luz me descubrió sus rasgos faciales, algo duros y angulosos, que llamaron poderosamente mi atención.



De hecho, no podía dejar de mirarle. Sencillamente me FASCINABA la concentración que su rostro reflejaba, el ver cómo medía cada palmo, y cómo construía dentro de su cabeza cada una de las jugadas… su forma de moverse alrededor de la mesa, lenta y estudiada, su suavidad manejando el taco, el modo de apoyar sus manos cuidadosamente sobre el tapete... me cautivaron definitivamente. No sé si fue por el alcohol que empezaba a hacer su efecto, o el ambiente denso y oscuro, con ese silencio roto por la música de fondo, el golpeteo de las bolas y algún suspiro en la zona de los asientos… pero lo cierto es que yo ya había empezado a preguntarme para mis adentros, si aquel tipo sería capaz de mostrar la misma CONCENTRACIÓN y templanza, la misma precisión y suavidad de movimientos, si sus mános serían tan habiles y cuidadosas... si ambos estuviéramos DESNUDOS, frente a frente. Y esa idea, poco a poco, se fue apoderando de mí.

La verdad es que el chico no jugaba nada mal… Y yo tampoco, si bien mi JUEGO era ahora bien distinto: me sentía totalmente excitaba por el hecho de ser su espectadora anónima, arropada por la oscuridad, cómplice escondida de sus movimientos y ARDIENDO silenciosamente en deseo… Así que me pegué más aún a la mesa donde me apoyaba, y me deslicé discretamente hasta sentarme en el suelo, acurrucada sobre mis piernas, y empecé a acariciarme lentamente.



Es curiosa la perspectiva que da mirar de abajo hacia arriba, y más cuando estás excitada. Ahora apenas podía distinguir su cara, o su pelo, o sus brazos, a esa altura simplemente me fijaba en sus vaqueros yendo y viniendo al compás de los golpes secos de las bolas entrando en cada tronera… me fijaba en cómo sacaba hacia fuera su CULO redondo y prieto mientras se preparaba para lanzar con el taco, o cómo permanecía inmóvil con las piernas golosamente entreabiertas, IGNORANTE de mis actos, apenas a unos metros de mí… En mis PENSAMIENTOS más obscenos, y mientras mi dedito se colaba también por un agujero, él se acercaba a mí, desnudo y excitado, y podía sentir sus fuertes manos llenas de tiza acariciar mi rostro... de pronto, y justo en la posición en la que me encontraba ahora, le agarraba fuertemente sus deliciosas nalgas y le empujaba hacia mí, para meterme en la boca su pene erecto y empezar a chuparlo con verdadera devoción…

- “Y para terminar, 8 NEGRA y carambola…” – soltó una voz grave y muy masculina, mientras lanzaba un último golpe, fuerte y meditado, que hizo entrar las últimas bolas…


Y con esa voz de fondo, que justo sonó para devolverme a la realidad en ese instante, sentí cómo me corría, en silencio, de puro PLACER.


No sé si fue por el levísimo gemido que no puede evitar emitir, o quizás porque al separarse de su mesa de juego casi tropieza con mis piernas encogidas, pero el caso es que D (que así se llamaba) acabó descubriendo mi presencia. Sorprendido al verme en el suelo y en medio de la oscuridad, se agachó inmediatamente para preguntarme en tono algo preocupado:

- “Perdona, pero… ¿te encuentras bien?”
- “¡No te imaginas tú cómo…!” – respondí yo, irónicamente.

Divertido e intrigado, me ayudó a incorporarme. Y así fue cómo quedé ATRAPADA por un instante, entre la mesa de billar a mis espaldas, y aquel torneado cuerpo que ahora se alzaba DE VERDAD junto a mí, frente a frente… Continuamos así unos minutos, sin movernos, en silencio, y observándonos muy, MUY de cerca… Tan cerca, como para sentir crecer una desesperada y morbosa TENSIÓN sexual entre nosotros.




- “¿Se puede saber qué hacías ahí abajo?” – preguntó él

- “ Pues… verte JUGAR…” – respondí yo, despacio y en tono travieso.

- “ Hmmm… ¿y qué tal lo he hecho? “- preguntó avanzando un paso más hacia mí, hasta quedar casi pegados el uno al otro. El tono de su pregunta se había vuelto también bastante juguetón.

- “ Pueeess... en mi imaginación, lo haces de maravilla… ¿sabes?” – respondí mirándole a los ojos, con toda la intención.

- “Bueeno, pues en ese caso, siempre puedo enseñarte a jugar, si eso es lo que quieres...” - me susurró al oído, con una cadencia que me hizo estremecer de nuevo. – “¿Te APETECE…?” – pero interrumpió la frase con un gemido, cuando mi mano se deslizó por entre su pantalón, descubriendo un delicioso secreto…

- “Lo que realmente me apetece ahora mismo… - le dije - es saborear tu polla y COMÉRTELA lentamente…”



Y volviendo de nuevo a mi oscuro escondite en la penumbra, despacio y sin dejar de mirarle, sonreí mientras empezaba a convertir mi sueño en realidad…



Para D.
Porque me encanta verte jugar al billar.