viernes, 7 de septiembre de 2007

HISTORIAS CRUZADAS

MI PUNTO DE VISTA...
Me desperté a su lado, con la tenue luz de la mañana entrando a través de las enormes cortinas, que cubrían el amplio ventanal de aquella habitación. Levanté ligeramente mi cabeza por encima de su pecho, me froté los ojos con la mano como para intentar aclarar la mirada, y lo cierto es que me quedé cuanto menos PERPLEJA: recordaba perfectamente cómo habíamos llegado él y yo juntos al HOTEL, pero lo que no tenía tan claro, era… qué hacía en el extremo opuesto de la cama, junto al hombre que se acostaba ahora mismo a mi lado, una pelirroja que parecía también plácidamente dormida... No me sorprendió lo más mínimo verla allí, la verdad, -Alejandro siempre ha tenido muy buen gusto tanto para los chicos como para las chicas-, pero sí me dejó algo intranquila el hecho de no poder recordar los detalles de cómo ella había llegado hasta allí. De todos modos, si os soy sincera, en realidad tampoco me importaban lo más mínimo.

Por eso, me quedé un rato más tendida en la cama, de lado, junto a aquellos cuerpos inertes, clavando el codo en el colchón y apoyando la cabeza dolorida sobre mi mano. Me apetecía disfrutar por un instante, en privado y casi FURTIVAMENTE, de aquella imagen tan inusual para mí, pero increíblemente bella, sensual, rodeada de un silencio perfecto, roto tan sólo por la respiración acompasada de ellos dos…

A mi lado, él dormitaba en lo que parecía un sueño feliz, con el pelo encrespado y esa barba de dos días que tanto me gusta, aunque pinche al besar... La aséptica sábana de algodón del hotel, le cubría un poco más allá de la cintura, dejando al descubierto su pecho torneado y suave… Lo acaricié con ternura y aspiré una vez más el perfume que emana su piel, como queriendo retenerlo dentro de mí; ese aroma varonil, persistente y dulzón, que me invita siempre a recorrer su cuerpo centímetro a centímetro, para acabar deseando besarlo sin descanso…

Volví la mirada hacia su pecho. Mejor dicho, volví la mirada hacia la MANO que descansaba lánguidamente sobre su pecho. Era larga, femenina y grácil, y tan blanca como el resto de la piel que alcanzaba a ver de aquella inesperada compañera de cama. Pude comprobar que tenía el pelo rojizo, largo y revuelto sobre la cara. Sin duda, era una chica bonita, y así dormida parecía aún más frágil de lo que su aspecto denotaba.
Con un gesto reflejo, coloqué mi mano encima de la suya… no sé bien por qué, pero algo me incitaba a sentir esa mano entre la mía, así que tímidamente acaricié cada uno de sus dedos con la yema de los míos… Ella, hizo un gesto y la movió, por lo que por un momento temí que pudiera haberla despertado… Pero no fue así, de modo que me volví a acurrucar en la cama, apoyando mi cabeza sobre el pecho de Alejandro, en la misma postura que estaba ella al otro lado, como si de una imagen simétrica en un espejo se tratase. Y no, no solté su mano... Lo cierto es que me resistía a soltar aquellos dedos ANÓNIMOS, suaves e intrigantes, así que seguí acariciándolos con todo mimo y cuidado.

Entonces el cuerpo de ella se movió, al tiempo que profería un leve ruido gutural. Mechones de pelo le caían aún sobre la cara, pero cuando levantó un poco la cabeza, pude distinguir sus labios entreabiertos y unos ojos desperezándose… SOLTÉ la mano de golpe, instintivamente, como cuando se descubre a un niño en plena travesura. Y entonces ella, imagino que sorprendida por la reacción, abrió los ojos de par en par. Y me miró. Me miró sin moverse ni un centímetro de donde estaba.
En ese momento, descubrí sus profundos ojos azules, dos inmensos pedazos de mar clavándose en mí, durante apenas un segundo, pero un segundo de tal angustia vital, que yo lo sentí durar años. Contuve la respiración. Su gesto frío de despertar inesperado, fue dando paso lentamente a una sonrisa amable… Respiré aliviada, pero aún descolocada susurré un tímido y casi imperceptible “buenos días”… Ella me contestó del mismo modo, y volvió a acomodarse en su postura inicial, sin parecer tampoco importarle demasiado mi presencia en aquella habitación.

Todo seguía en silencio, como momentos atrás, y ambas estábamos apoyadas sobre el mismo pecho, compartiendo la piel de ese mismo hombre que intuyo nos fascinaba a las dos por igual… solo que ahora, ambas estábamos DESPIERTAS, y mirándonos ya sin temor. Ella cruzó su brazo sobre el pecho de Alejandro, de modo que su mano quedó justamente al lado de la mía. Sin dejar de mirarla, no pude contener las ganas de volver a cogerla, así que entrelacé mis dedos con los suyos, y sonreí. Ella sonrió también. Tenía una sonrisa limpia, dulce y afable, y unos labios que invitaban sin palabras a conocerlos más de cerca.

Un cosquilleo inquieto despertó en mi interior… me pareció una mujer realmente fascinante.

SEGÚN EL PUNTO DE VISTA DE P...
Me desperté sintiendo su respiración y sin abrir los ojos, traté de recordar lo que había sucedido la noche anterior.....no quería abrirlos por temor a que todo hubiera sido un sueño y que Alejandro no estuviera a mi lado en aquella cama....

De repente alguien cogió mi mano, sabía que no era él porque tenía un tacto suave y me tocaba con delicadeza, entonces me dí cuenta, solo podía ser una mujer. Me hice la dormida, porque no quería asustarla y que esa magia se esfumara.

Al final la curiosidad pudo conmigo y abrí los ojos, y allí estaba ella, mirándome con curiosidad y con ojos asustados, así que para calmarla le regalé una sonrisa...entonces ella reaccionó y me dio los buenos días.

Nos volvimos a acurrucar en el pecho de ese maravilloso hombre que seguía dormido, ajeno a la atracción que la misteriosa mujer y yo estábamos empezando a sentir, y nos volvimos a coger de la mano.....Pude volver a sentir esa sensación intensa que había tenido la primera vez que ella me había tocado y no pude evitar volver a sonreír.

Ahora ella me miraba con deseo, por lo que pude intuir que estaba deseando besarme, y sinceramente yo compartía ese deseo, así que las dos nos incorporamos y dejamos que nuestros labios se fundieran en un profundo beso....el beso más dulce que me habían dado jamás.

Y mientras nosotras dejábamos que se desatase nuestra pasión, Alejandro seguía plácidamente dormido, ajeno a todo lo que estaba ocurriendo....o quizás no tan ajeno.


MI PUNTO DE VISTA...
Realmente no sé como ocurrió, pero lo cierto es que así fue.
Aquella preciosa DESCONOCIDA de increíbles ojos de cielo, no paraba de sonreírme. Pero su sonrisa era especial, era esa sonrisa que elige la complicidad cuando entiende que has compartido con alguien -aunque no te expliques aún como- uno de tus mayores tesoros... Así, poco a poco y sin dejar de mirarnos, fuimos acercando nuestras cabecitas, con sumo cuidado, como quien quiere llegar al oído de otro para abandonar allí un secreto susurrado... y así, sin más, nos besamos.
Sí, nos besamos.
Y fue un beso largo, lento y profundo.
Tan especial, que NO PUEDO quitarme de la cabeza sus labios suaves, su aliento cálido, su lengua dulce, su mejilla rozando la mía, su pelo alborozado junto a mi cara, su aroma embriagador de mujer, su piel tersa, su ojos entornados, su mirada cómplice... Realmente, aunque pudiera, NO QUIERO quitarme ese recuerdo de la cabeza.

Y Alejandro mientras, allí seguía, entre nosotras, dormido y ajeno a todo... mientras yo sentía cómo empezaba a hervirme la sangre, y me iba quemando por dentro el deseo contenido. Pero en esas despertó. Y creo que a ambas nos pilló un poco por sorpresa, a juzgar por el respingo que dimos, retirándonos un poco... Nos miró a las dos soñoliento aún, y adormecido pero con ese acento que me derrite, lo primero que dijo fue algo así como... "ahh, perdón... creo que ustedes aún no se conocen... ¿verdad?" Bostezó y volvió a acurrucarse debajo de la sábana.
Sonreímos las dos a un tiempo.
Quizás no nos conociéramos aún, es cierto, pero estábamos seguras de que lo que habíamos compartido, nos iba a unir irremediablemente por mucho tiempo ya.
De hecho, nuestras miradas volvieron a cruzarse, pero esta vez nuestras mentes conectaron al instante y de una forma realmente perversa... Creo que ambas acabábamos de COMPRENDER, en ese preciso momento, que en efecto, aún quedaba mucho por conocer y COMPARTIR... y para empezar, ¿por qué no aquel que se encontraba justo en medio de nosotras?.
Quizás el que menos lo había comprendido aún, era Alejandro... Y no creo que a esas alturas imaginase todavía, cómo íbamos a darle los buenos días...


Para P.
Porque fue un placer compartirte con Alejandro.

lunes, 3 de septiembre de 2007

A SUS PIES, MADAME...

Era una noche de SABADO, una como tantas otras noches de verano en las que había salido a bailar con mi grupo de amigos. Y es que debo confesar que adoro BAILAR, que no puedo estar dos minutos quieta si hay música sonando y que mis pies se mueven solos en cuanto oyen el primer compás… Abandonarme a merced del ritmo es algo que me hechiza, me hipnotiza y es capaz de transportar mi espíritu a universos paralelos de euforia y placer, a un estado lo más parecido que se pueda experimentar después del éxtasis…


Es quizás por ello que quien me conoce, sabe que soy capaz de bailar y bailar sin parar durante horas y horas… y eso es precisamente lo que hice aquella noche. Tanto, que mis pies acabaron doloridos, por no decir rotos, como no podía ser de otro modo después de haber aguantado tanto tiempo subidos en mis preciosas sandalias plateadas de tacón.

Fue entonces cuando me senté, como a eso de las 5 de la madrugada, en aquella zona un poco más retirada, junto al gran muro de cristal con una fila de cojines como asiento, y allí me quité los zapatos. Apoyé mis pies desnudos sobre la deliciosa tela acolchada y empecé a masajearlos suavemente para aliviar el dolor. Y no fue hasta entonces cuando me di cuenta que M. estaba junto a mí, y me observaba totalmente absorto… o mejor dicho, estaba observando totalmente absorto MIS PIES



- “¿Es que te hacen gracia mis pies?” – le pregunté divertida

Sorprendido y un poco ruborizado, como niño pillado mirando por una cerradura, atinó a decir no sin esfuerzo:

- “Bueno… esto… tus pies, no… bueno sí… bueno, es que me gustan tus uñas pintadas de negro, las vi antes y me parecieron tremendamente excitantes, no sé…y además me encantan esas sandalias, te hacen un pie realmente delicioso..."

- “¿Un pie “DELICIOSO? –dije yo- Anda que ya te vale, ¡¡¡ni que te lo fueras a comer con patatas…!!!” .Y solté una carcajada.

M. no acertó a decir palabra, pero cuando le vi ruborizarse y agachar la cabeza, lo entendí todo… ¡¡¡M era un FETICHISTA de los pies!! Sorprendida y complacida por mi descubrimiento, decidí ir un paso más allá.

- “M… - le cogí tiernamente de la barbilla levantando su cabeza, y mirándole a los ojos, con toda la complicidad del mundo, le dije: “... ¿acaso te gustaría darme un masaje en los pies?”

- “Bueno… sólo si tú quisieras, yo…” - respondió, aún un poco aturdido.


Y así fue como M. se acomodó en la fila de cojines, justo enfrente de mí, y tomó mi pie con un cuidado exquisito, con una delicadeza infinita, y empezó a acariciar primero mi empeine, luego la planta y por último cada uno de los dedos de mis pies… Lo hacía con el mismo esmero y dedicación como si se tratara del más bello RITUAL… y yo, para qué negarlo, me dejé llevar por una sensación indescriptible que recorría mi cuerpo, de una forma nueva, como si mis pies cobraran vida propia o fueran por sí mismos una fuente de placer que nunca antes había experimentado…

En ese momento, M depositó suavemente mis pies sobre los cojines, como dando mi masaje por finalizado, y con mucha dulzura los BESÓ. Levantó su cabeza para mirarme agradecido, y entonces… Le miré. Y sin dejar de clavar mi mirada en él, levanté mi pierna derecha, y con mi pie aún desnudo, le acaricié la mejilla, y luego el pelo, y sus labios, y volví a dejarlo sobre sus manos… M, cerró los ojos, emocionado, como para disfrutar de ese momento fugaz.

Al instante, era él quien me estaba mirando fijamente, con una mirada mezcla de incredulidad, gratitud y deseo contenido… Y cuando le devolví la mirada, encendida como el deseo que acababa de despertar en mí, libre de prejuicios al fin, empezó a besar mi pies, a mordisquearlos, a LAMER dulcemente mis dedos… cada uno de sus estudiados movimientos provocaba en mí un cúmulo de sensaciones increíbles, y me estaba volviendo loca de placer… ¡¡¡simplemente a través de mis pies!!!


Y M, por su parte, estaba también realmente excitado… como pude comprobar, con mi pie, a través del pantalón. Empecé a juguetear con su entrepierna, amasando sus partes por encima del vaquero, primero con el pie derecho, luego con los dos, subiendo hacia su pecho, volviendo a bajar hasta sus piernas… lo cierto es que yo también me excité y mucho. Por primera vez en la noche, me incorporé y me acerqué a él, ordenándole al oído con un dulce y pícaro susurro: “¡Desabróchate el pantalón..!"

M lanzó un suspiró ahogado de placer… y viendo cómo yo volvía a reclinarme sobre los cojines de nuevo, me miró excitado y se bajó la cremallera sin dudarlo. Mis dedos jugueteaban traviesamente, y final acabaron colándose por entre la ropa… Ahora podía sentir su carne, su pene caliente y rígido, tan sólo con los dedos de mis pies… Era totalmente distinto a tocar con las manos, era como manejar una información que ya conocías, pero desde un punto de vista completamente nuevo, era una sensación inmensamente más rica en matices, era sencillamente… TERRIBLEMENTE EXCITANTE.
Y eso no fue nada, comparado con la indescriptible satisfacción que me recorrió cuando minutos después pude sentir una humedad caliente y viscosa sobre mi pie.

M respiraba entrecortado, sudoroso, aún desencajado… No sé cuánto tiempo estuvimos jugueteando así, pero lo cierto es que nos habíamos abstraído y descolgado totalmente del mundo exterior, de la música, del resto del grupo, y no podíamos dejar de abrazarnos y sonreír… y entonces fue cuando nos dimos cuenta de que los camareros del local estaban empezando a barrer. Divertidos, nos fuimos a su casa, donde seguimos con nuestros JUEGOS y las campanas de misa de diez fueron el único testigo del fin de nuestra noche de pasión.

El MARTES siguiente, llegó a la oficina un mensajero con un paquete para mí.
No pude más que sonreír, y más cuando mis compañeras palidecían de envidia al verme sacar de una preciosa caja, unas increíbles SANDALIAS de raso negro, que por su nombre proprio, costaban más de lo que ninguna de nosotras ganaría ese mes. Una nota acompañaba al paquete, donde escrito a mano sobre un papel verjurado se podía leer:
“Eternamente A SUS PIES, Madame…”

Para ti, M.
Porque contigo sentí que tenía el mundo a mis pies.