
¿Jugamos...?

Para A.T.
Porque creo que serías un oponente delicioso.
¿Jugamos...?
Pero bueno, allí estábamos ya los cuatro, así que nos dirigimos hacia la deslumbrante barra de neón y pedimos unas cervezas. Nos pusimos a charlar de cosas triviales, y como todos teníamos muy claro, L y su ligue no tardaron en “perderse” de la mano, con la EXCUSA de ir a ver el resto del local.
Lo cierto es que una amiga es una amiga, para lo bueno y para lo peor, así que intenté ser todo lo cortés que pude con el amigo del macizón. Y lo fui, creedme, hasta que claramente insinuó que nos había acompañado porque tenía la esperanza de “ir a encontrar”, JUNTOS, a nuestros amigos "perdidos"...
En fin. Os juro que hice verdaderos esfuerzos para no reírme en su cara, por pura educación. Y es que si en verdad algo NO soporto, son ese tipo de ideas preconcebidas, y más viniendo de una persona (en este caso, un hombre) cuya conversación podría competir duramente en grado de sensualidad e inteligencia, con la de un protozoo… Por todo ello, decidí que había llegado realmente el momento de perderle de vista. Así que le comenté que adonde pretendía ir yo, era al baño, y SOLA, y mejor que a la vuelta él estuviera ya ocupado conociendo a otra “exploradora”… Y me largué abriéndome paso entre la gente, a otra zona del local.
Mirándolo ya con otros ojos, y sin el pelma del acompañante a mi lado, aquel garito no estaba TAN mal. Muchos recovecos oscuros, muchas parejas metiéndose mano por los rincones al son de música ochentera (L incluída), mucho humo, eso sí, y un particular AROMA entre agrio y dulzón, mezcla de perfume barato, tabaco, muchedumbre, cerveza… y TIZA. Porque al fondo del local, y detrás de una cortina negra de terciopelo raído a medio recoger, se podía entrever una luz muy suave… Siempre me ha encantado ese sonido tan característico de la apertura de una partida, así que al escucharlo, me dirigí decididamente hacia aquella zona.
Al cruzar la cortina, llegué a un espacio algo más amplio, igualmente oscuro y cuya única iluminación era el reflejo de una lámpara verde sobre el tapete de una de las dos mesas de BILLAR. Había dos chicos jugando, pausadamente, en el centro de la estancia. Al otro lado, unos sillones negros de skay acogían a quienes seguían dándose achuchones sin parecer interesarles demasiado la partida. Yo me situé en uno de los rincones junto a la otra mesa de billar, arropada por la densa penumbra, y me limité a OBSERVAR.
Uno de los chicos, apenas un muchacho, era alto y desgarbado, con el pelo pincho y ciertamente desaliñado. El otro, vestido con unos vaqueros y una camisa de cuadros a medio remangar, tenía el pelo castaño, largo y rizado, y recogido en una coleta. Parecía guapo, pero no pude comprobar su verdadero ATRACTIVO hasta que se acercó al tapete para examinar una jugada, y la tenue luz me descubrió sus rasgos faciales, algo duros y angulosos, que llamaron poderosamente mi atención.
De hecho, no podía dejar de mirarle. Sencillamente me FASCINABA la concentración que su rostro reflejaba, el ver cómo medía cada palmo, y cómo construía dentro de su cabeza cada una de las jugadas… su forma de moverse alrededor de la mesa, lenta y estudiada, su suavidad manejando el taco, el modo de apoyar sus manos cuidadosamente sobre el tapete... me cautivaron definitivamente. No sé si fue por el alcohol que empezaba a hacer su efecto, o el ambiente denso y oscuro, con ese silencio roto por la música de fondo, el golpeteo de las bolas y algún suspiro en la zona de los asientos… pero lo cierto es que yo ya había empezado a preguntarme para mis adentros, si aquel tipo sería capaz de mostrar la misma CONCENTRACIÓN y templanza, la misma precisión y suavidad de movimientos, si sus mános serían tan habiles y cuidadosas... si ambos estuviéramos DESNUDOS, frente a frente. Y esa idea, poco a poco, se fue apoderando de mí.
La verdad es que el chico no jugaba nada mal… Y yo tampoco, si bien mi JUEGO era ahora bien distinto: me sentía totalmente excitaba por el hecho de ser su espectadora anónima, arropada por la oscuridad, cómplice escondida de sus movimientos y ARDIENDO silenciosamente en deseo… Así que me pegué más aún a la mesa donde me apoyaba, y me deslicé discretamente hasta sentarme en el suelo, acurrucada sobre mis piernas, y empecé a acariciarme lentamente.
Es curiosa la perspectiva que da mirar de abajo hacia arriba, y más cuando estás excitada. Ahora apenas podía distinguir su cara, o su pelo, o sus brazos, a esa altura simplemente me fijaba en sus vaqueros yendo y viniendo al compás de los golpes secos de las bolas entrando en cada tronera… me fijaba en cómo sacaba hacia fuera su CULO redondo y prieto mientras se preparaba para lanzar con el taco, o cómo permanecía inmóvil con las piernas golosamente entreabiertas, IGNORANTE de mis actos, apenas a unos metros de mí… En mis PENSAMIENTOS más obscenos, y mientras mi dedito se colaba también por un agujero, él se acercaba a mí, desnudo y excitado, y podía sentir sus fuertes manos llenas de tiza acariciar mi rostro... de pronto, y justo en la posición en la que me encontraba ahora, le agarraba fuertemente sus deliciosas nalgas y le empujaba hacia mí, para meterme en la boca su pene erecto y empezar a chuparlo con verdadera devoción…
- “Y para terminar, 8 NEGRA y carambola…” – soltó una voz grave y muy masculina, mientras lanzaba un último golpe, fuerte y meditado, que hizo entrar las últimas bolas…
Y con esa voz de fondo, que justo sonó para devolverme a la realidad en ese instante, sentí cómo me corría, en silencio, de puro PLACER.
No sé si fue por el levísimo gemido que no puede evitar emitir, o quizás porque al separarse de su mesa de juego casi tropieza con mis piernas encogidas, pero el caso es que D (que así se llamaba) acabó descubriendo mi presencia. Sorprendido al verme en el suelo y en medio de la oscuridad, se agachó inmediatamente para preguntarme en tono algo preocupado:
- “Perdona, pero… ¿te encuentras bien?”
- “¡No te imaginas tú cómo…!” – respondí yo, irónicamente.
Divertido e intrigado, me ayudó a incorporarme. Y así fue cómo quedé ATRAPADA por un instante, entre la mesa de billar a mis espaldas, y aquel torneado cuerpo que ahora se alzaba DE VERDAD junto a mí, frente a frente… Continuamos así unos minutos, sin movernos, en silencio, y observándonos muy, MUY de cerca… Tan cerca, como para sentir crecer una desesperada y morbosa TENSIÓN sexual entre nosotros.
- “¿Se puede saber qué hacías ahí abajo?” – preguntó él
- “ Pues… verte JUGAR…” – respondí yo, despacio y en tono travieso.
- “ Hmmm… ¿y qué tal lo he hecho? “- preguntó avanzando un paso más hacia mí, hasta quedar casi pegados el uno al otro. El tono de su pregunta se había vuelto también bastante juguetón.
- “ Pueeess... en mi imaginación, lo haces de maravilla… ¿sabes?” – respondí mirándole a los ojos, con toda la intención.
- “Bueeno, pues en ese caso, siempre puedo enseñarte a jugar, si eso es lo que quieres...” - me susurró al oído, con una cadencia que me hizo estremecer de nuevo. – “¿Te APETECE…?” – pero interrumpió la frase con un gemido, cuando mi mano se deslizó por entre su pantalón, descubriendo un delicioso secreto…
- “Lo que realmente me apetece ahora mismo… - le dije - es saborear tu polla y COMÉRTELA lentamente…”
Y volviendo de nuevo a mi oscuro escondite en la penumbra, despacio y sin dejar de mirarle, sonreí mientras empezaba a convertir mi sueño en realidad…
Para D.
Porque me encanta verte jugar al billar.
- “¿Es que te hacen gracia mis pies?” – le pregunté divertida
Sorprendido y un poco ruborizado, como niño pillado mirando por una cerradura, atinó a decir no sin esfuerzo:
- “Bueno… esto… tus pies, no… bueno sí… bueno, es que me gustan tus uñas pintadas de negro, las vi antes y me parecieron tremendamente excitantes, no sé…y además me encantan esas sandalias, te hacen un pie realmente delicioso..."
- “¿Un pie “DELICIOSO”? –dije yo- Anda que ya te vale, ¡¡¡ni que te lo fueras a comer con patatas…!!!” .Y solté una carcajada.
M. no acertó a decir palabra, pero cuando le vi ruborizarse y agachar la cabeza, lo entendí todo… ¡¡¡M era un FETICHISTA de los pies!! Sorprendida y complacida por mi descubrimiento, decidí ir un paso más allá.
- “M… - le cogí tiernamente de la barbilla levantando su cabeza, y mirándole a los ojos, con toda la complicidad del mundo, le dije: “... ¿acaso te gustaría darme un masaje en los pies?”
- “Bueno… sólo si tú quisieras, yo…” - respondió, aún un poco aturdido.
Y así fue como M. se acomodó en la fila de cojines, justo enfrente de mí, y tomó mi pie con un cuidado exquisito, con una delicadeza infinita, y empezó a acariciar primero mi empeine, luego la planta y por último cada uno de los dedos de mis pies… Lo hacía con el mismo esmero y dedicación como si se tratara del más bello RITUAL… y yo, para qué negarlo, me dejé llevar por una sensación indescriptible que recorría mi cuerpo, de una forma nueva, como si mis pies cobraran vida propia o fueran por sí mismos una fuente de placer que nunca antes había experimentado…
En ese momento, M depositó suavemente mis pies sobre los cojines, como dando mi masaje por finalizado, y con mucha dulzura los BESÓ. Levantó su cabeza para mirarme agradecido, y entonces… Le miré. Y sin dejar de clavar mi mirada en él, levanté mi pierna derecha, y con mi pie aún desnudo, le acaricié la mejilla, y luego el pelo, y sus labios, y volví a dejarlo sobre sus manos… M, cerró los ojos, emocionado, como para disfrutar de ese momento fugaz.
Al instante, era él quien me estaba mirando fijamente, con una mirada mezcla de incredulidad, gratitud y deseo contenido… Y cuando le devolví la mirada, encendida como el deseo que acababa de despertar en mí, libre de prejuicios al fin, empezó a besar mi pies, a mordisquearlos, a LAMER dulcemente mis dedos… cada uno de sus estudiados movimientos provocaba en mí un cúmulo de sensaciones increíbles, y me estaba volviendo loca de placer… ¡¡¡simplemente a través de mis pies!!!
Y M, por su parte, estaba también realmente excitado… como pude comprobar, con mi pie, a través del pantalón. Empecé a juguetear con su entrepierna, amasando sus partes por encima del vaquero, primero con el pie derecho, luego con los dos, subiendo hacia su pecho, volviendo a bajar hasta sus piernas… lo cierto es que yo también me excité y mucho. Por primera vez en la noche, me incorporé y me acerqué a él, ordenándole al oído con un dulce y pícaro susurro: “¡Desabróchate el pantalón..!"
M lanzó un suspiró ahogado de placer… y viendo cómo yo volvía a reclinarme sobre los cojines de nuevo, me miró excitado y se bajó la cremallera sin dudarlo. Mis dedos jugueteaban traviesamente, y final acabaron colándose por entre la ropa… Ahora podía sentir su carne, su pene caliente y rígido, tan sólo con los dedos de mis pies… Era totalmente distinto a tocar con las manos, era como manejar una información que ya conocías, pero desde un punto de vista completamente nuevo, era una sensación inmensamente más rica en matices, era sencillamente… TERRIBLEMENTE EXCITANTE.
Y eso no fue nada, comparado con la indescriptible satisfacción que me recorrió cuando minutos después pude sentir una humedad caliente y viscosa sobre mi pie.
M respiraba entrecortado, sudoroso, aún desencajado… No sé cuánto tiempo estuvimos jugueteando así, pero lo cierto es que nos habíamos abstraído y descolgado totalmente del mundo exterior, de la música, del resto del grupo, y no podíamos dejar de abrazarnos y sonreír… y entonces fue cuando nos dimos cuenta de que los camareros del local estaban empezando a barrer. Divertidos, nos fuimos a su casa, donde seguimos con nuestros JUEGOS y las campanas de misa de diez fueron el único testigo del fin de nuestra noche de pasión.
El MARTES siguiente, llegó a la oficina un mensajero con un paquete para mí.
No pude más que sonreír, y más cuando mis compañeras palidecían de envidia al verme sacar de una preciosa caja, unas increíbles SANDALIAS de raso negro, que por su nombre proprio, costaban más de lo que ninguna de nosotras ganaría ese mes. Una nota acompañaba al paquete, donde escrito a mano sobre un papel verjurado se podía leer:
“Eternamente A SUS PIES, Madame…”
Para ti, M.
Porque contigo sentí que tenía el mundo a mis pies.
Precisamente por ello, y por la confianza que nos unía, además de haber estado otras veces juntos en escapadas a la playa, etc, esa mañana, al finalizar nuestro baño, yo me puse a tomar el sol en top-less en el césped. La casa de campo estaba bastante apartada, y los altos muros del jardín nos protegían de cualquier mirada indiscreta, por lo que me pareció una idea de lo más estupenda para volver un poco más morenita y sin marcas. Los chicos no le dieron importancia alguna, se lo tomaron como algo de lo más natural, y estuvimos al sol como hasta las dos y media, en que decidimos ponernos manos a la obra con la barbacoa.
Así, yo me volví a poner mi bikini al completo, junto con un delantal, y después de luchar con las ascuas un buen rato, entre risas nos pusimos tibios de choricitos, panceta, chuletas, y VINO blanco… sí, ese vino blanco TRAIDOR.
Como aún faltaba tiempo para que llegara el resto de la pandilla, hacía un calor sofocante a esa hora, y el buen comer y beber invitaba a la somnolencia, propuse echarnos una SIESTA. La idea fue bien acogida, y nos echamos en la cama de matrimonio de la habitación grande, que tenía aire acondicionado. Nos quedamos fritos casi al instante, y he de decir que la siesta fue muy placentera… aunque no tanto como el despertar.
No puedo decir cuánto tiempo pasó desde que nos echamos, ni cuánto habíamos dormido, sólo recuerdo vagamente que me desperté EN MEDIO de J y de P, tal y como nos habíamos acostado tiempo antes, pero ahora cada uno de ellos me tenía abrazada desde su lado, a la altura de la cintura. Ellos seguían dormidos, plácidamente. Yo estaba realmente a gusto y muy relajada, y ante aquella situación tan curiosa, decidí ser un poco mala y empezar a acariciar los brazos de J y de P, lentamente, como haciéndoles traviesas cosquillitas… y no podía dejar de sonreír para mis adentros, divertida, cuando sentía el efecto que mis caricias causaban en ellos. Al final decidí ser buena y dejar de aprovecharme… aunque no me moví de entre aquellos dulces brazos que me rodeaban a PARES, y cerré de nuevo los ojos, aferrándome a los últimos minutos del remolón, que según dicen, son los que más se disfrutan.
¡¡Y tanto que los disfruté…!!
Lo cierto es que la situación se volvió increíblemente morbosa sin haberlo yo previsto, y es que de pronto, sentí que la mano de J empezaba a ACARICIARME tímidamente la cintura… Y la de P comenzó a hacer otro tanto de lo mismo, pero justo desde el otro lado. En ese instante, yo no sabía qué hacer ni qué pensar, lo cierto es que era la primera vez que me encontraba en una situación así, y no era en absoluto desagradable, más bien todo lo contrario. Así que decidí quedarme muy quieta y ver por dónde seguía la cosa… Y la cosa siguió, subiendo de tono… Ahora podía sentir ya las manos de J y de P deslizándose suavemente por mi barriguita, por mi cadera, por la cara exterior de mis muslos, por mis brazos, por mi cuello… Yo estaba realmente encantada, nunca antes había sido acariciada por dos manos de personas distintas, de movimientos imprevisibles, y totalmente independientes entre sí… Y me gustó, realmente me excitó mucho.
Tal fue así, que decidí comenzar a participar activamente de aquella fantástica experiencia. Y de este modo, con los ojos cerrados y sin mediar palabra alguna, empecé a recorrer con mis propias manos aquellos DOS cuerpos masculinos, uno a cada lado de mí… Acaricié sus piernas, sus brazos, sus pechos, intentando no volverme loca con la información tan dispar que provenía de cada una de mis manos, además del creciente placer que notaba al sentirme recorrida por todos aquellos dedos indomables… dedos que habían perdido ya su timidez y habían comenzado a rozar mis pechos y mi pubis por encima del bikini, que estaba empezando a empaparse por momentos. Mi excitación era inmensa, y decidí averiguar por mí misma cuánto de intensa era también esa excitación en mis dos compañeros de TRAVESURA… Posé mis dos manos encima de cada uno de sus bañadores, y puede comprobarlo al instante: estaban tan excitados, o más, que yo.
Cuando noté sus miembros erguidos e impresionantemente DUROS despuntando bajo la suave tela del traje de baño, no puede evitar lanzar un suspiro… Y empecé a acariciarlos con verdadera devoción, primero delicadamente y por encima del bañador, y luego, con auténtico ardor por debajo de él. Nunca olvidaré el momento en que fui CONSCIENTE de que estaba agarrando un par de pollas diferentes a la vez, una en cada mano, ni el inmenso placer que me suponía comenzar a masturbarlas al unísono, sentir su calor, su piel de formas distintas, y cómo reaccionaban ante mis dedos…
El ambiente se caldeó con pequeños gemidos reprimidos, y ahí fue cuando sentí la necesidad de abrir mis ojos, como para creerme que aquello estaba sucediendo de verdad. Y vaya si estaba ocurriendo: J y P estaban a mi lado, boca arriba, DISFRUTANDO del momento tanto como yo, tensos, excitados, casi inmóviles y con los ojos cerrados, tan sólo revolviéndose de placer cuando mis manos hábilmente recorrían y jugueteaban con sus deliciosos miembros… No puedo recordar a día de hoy quién se corrió primero, si J ó P… pero lo cierto es que en un momento dado, noté mis dos manos llenas de su cálida leche, y eso me hizo sentir la mujer más poderosa del mundo.
Cuando retiré mis manos y creí que todo había terminado, oí un “shhhh…!” y me quedé quieta. Es cierto que yo estaba muy excitada, pero me había concentrado tanto en las sensaciones de aquella doble masturbación, que me había olvidado un poco de mi propio placer… Por suerte para mí, parece que ni J ni P lo habían pasado por alto.
Así fue como ellos dos empezaron a juguetear entonces conmigo, acariciándome por encima y por debajo del bikini, sin piedad, y mientras una mano me sobaba los pechos, y pellizcaba suavemente mis pezones, otra, se colaba por entre mis muslos, y buscaba mi clítoris… Yo no es que estuviera caliente… ¡¡¡es que ARDÍA entera en deseo!!! Hubo un momento en que aquellas dos manos distintas se concentraron ambas en mi coño, jugando entre sí y por separado, con mi vello, con mis labios inflamados, trabajando concienzudamente en mi clítoris, hundiendo sus deditos a la vez en mi raja completamente húmeda... y me corrí. Me corrí como nunca, GIMIENDO y gritando de placer hasta la extenuación, sobre aquellas dos manos inquietas, que ahora se retiraban delicadamente.
Cuando eso ocurrió, me abandoné a la calma que sigue al placer, intentando sosegar mi cuerpo, incapaz siquiera de abrir los ojos, y consciente de la increíble sensación de vergüenza que podría suponer enfrentarse a la realidad del instante siguiente... Fue entonces cuando P, incorporándose como si tal cosa, dijo:
- “Chicos, son las 7… y esta panda estará a punto de llegar en nada… ¿Alguien quiere una coca-cola?”
Y se fue tranquilamente a por esa coca-cola a la cocina.
P y yo nos miramos divertidos, y nos levantamos también. Una vez en la cocina nos dimos un beso CÓMPLICE en la mejilla los tres, y enseguida comenzamos a preparar las fuentes con aperitivos para la gente que empezaría a llegar apenas unos 20 minutos después.
En todo el tiempo que hemos seguido teniendo relación J, P y yo, NUNCA hemos hablado ni hecho referencia a aquella tarde tan especial. Y nunca se volvió a repetir, al menos entre nosotros tres. Pero sé de buena tinta, que como a mí, aquella experiencia les marcó para siempre, y fue el inicio de una apertura sexual y de la superación de muchas barreras mentales, que ha sido muy importante , por no decir crucial, en cada una de nuestras vidas.
Para vosotros, J y P.
Por nosotros y por nuestro secreto.
De entre todos los espacios disponibles para desarrollar tus fantasías, elegiste el mío, para envidia de otras muchas que, maldiciéndome, veían desaparecer ante sus ojos aquella increíble oportunidad de negocio, otro mes más… Lo que no entendían era que, en realidad, en aquel momento, el espacio te era totalmente indiferente, porque tú… Tú ya me habías elegido a MÍ.
Y me habías elegido, porque detrás del monstruo que sólo veían ellas, tú sabías que yo te comprendía y te respetaba, en la misma medida que te despreciaba. Y eso te enfurecía, te exasperaba, y por supuesto te excitaba… porque en el fondo, sabías que NUNCA podrías tenerme.
Sería incapaz de recordar a estas alturas cuántas veces tentaste mis límites, simplemente para oírme negarme regocijada… o cuántas veces pusiste toda tu fortuna a mis pies, suplicándome un sólo roce, vendiendo tu alma al diablo por un único azote en mis nalgas de piel blanca e inmaculada, que vivían libres en tu imaginación… ¿tú lo recuerdas?
El tiempo pasó, y mientras las demás te volvían la cara por miedo, yo te invitaba a un café. Nunca dejaste a nadie que te mirara a los ojos, y sin embargo, yo me permitía desafiar tu mirada cada mañana, una vez al mes, después de cada sesión. Y tú condescendiente, me regañabas por ello, desde el cariño con que se habla a un niño indisciplinado, pero en el fondo encantado porque al menos habías conseguido algo de mí: un pedacito de mi rebeldía.
Tras muchas horas de conversación llegamos a conocernos, a respetarnos, y a entendernos cada vez mejor. Como siempre, tú seguías tentándome y yo seguía jugando, dándote esperanzas vanas, que iban socavando más y más tu impaciencia hasta la cita del mes siguiente.
Y así, llegó un momento en que yo deseaba secretamente que llegara cada día 5, y en que tú, a regañadientes, me confesaste que te tenía ya loco, que me necesitabas de un modo tan brutal que morirías y matarías por mí. Y yo, en verdad, en ese momento me relamía de placer, viéndote sufrir así… A ti, que habías sido el Amo y Señor del mundo la noche anterior, haciendo sufrir a otras, y que sin embargo, no podías dejar de humillarte cada mañana siguiente a los pies de aquella que te desafiaba constantemente y no podías tener… Y tu sufrimiento desesperado llegó a excitarme no imaginas cómo...
El sol de aquella mañana de mayo, tenía un tinte especial. Tú estabas especialmente hablador, y yo no dejaba de observarte. Te deseaba, pero de una forma muy distinta a como había deseado a cualquier otro amante habitual. Y ya lo había decidido. Sabía que había llegado el momento de medirme contigo y poner a prueba mis límites, así que decidí traspasar la línea y te pregunté mirándote directamente a los ojos, con una voz burlona a medio camino entre el susurro y el desafío:
Por unos segundos se hizo un silencio espeso mientras nuestras miradas se cruzaban duramente.
- “ ¡¡BASTA!!” – respondiste enfurecido y alzando un dedo amenazador– “No se te ocurra jugar conmigo…”
- “ ...Pero yo creía que lo que te gustaba era jugar...” – te dije mordiéndome los labios con toda mi intención.
Sonreíste, condescendiente.
- “Así que mi pequeña quiere jugar, ¿eh?…”
Su voz denotaba ahora cierto nerviosismo y le traicionaba un poco la emoción…
- “¿De veras que quieres jugar, mi dulce niña? Entonces... ¡aparta la mirada de tu Amo! ¡¡Inmediatamente!!”
Y así fue como, en aquel momento, aquel hombre de nombre desconocido sonrió vencido, rindiéndose ante la evidencia de reconocer a su igual, y se hincó a mis pies suplicando como un niño bajando la mirada…
-“Por lo que más quieras, sabes que eres mi obsesión, mi vida, mi muerte, la única dueña de mis pensamientos... Tú sabes ya que eres mi AMA… Déjame que te dé un par de azotes en esas preciosas nalgas que me quitan el sueño o me volveré loco… por favor, por favor, por favor... aunque sea sólo uno, uno tan sólo, por favor…”
Y preparándome para lo que me esperaba, inquieta pero con voz firme y luciendo la sonrisa triunfal que sólo puede vestir el rostro del que se sabe vencedor, le respondí...
-“Te lo has ganado. Coge tu fusta. Y no uno... Que sean diez"
Para E.C.
Porque tú viste en mí esa parte de lo que soy.
“Let’s play… Master & Servants…” – DM
Un ansia casi salvaje por enroscarte en la boca de tu amante, y besarle con desesperación, como loco por engullir su esencia…
Un ansia desbordada por sentir que su cuerpo te pertenece al 100% por un instante, deseando atarle a ti con tus brazos ardientes como látigos de fuego…
Un ansia que te hace llegar al borde del abismo, casi al borde de la locura, una locura frenética por besar, sentir, morder, gritar, abrazar, gemir, susurrar, estallar, y que sólo puede saciarse cuando uno culmina esa necesidad desesperada de poseer ya sin barreras a su amante, y puede al fin descansar y derrumbarse, dócil y desvanecido por el placer, sobre su cálido pecho perfumado.
Para ti, R.
Porque hay noches que sigo ansiándote en la distancia
Te encontré por casualidad en una madrugada insomne y te leí. Y tu blog me pareció fascinante. De hecho, tan de casualidad te encontré, que en el mismo día en que supe de tu existencia, cuando cerré el ordenador sin fijarme -¡seré tonta!-, ese mismo día... te devolví al abismo del anonimato.