- “¿Dónde vas, linda CAPERUCITA?” – susurraban voces anónimas a mi paso.
- “ Voy al bosque, en busca de mi lobo…”
- "¿Y qué es lo que llevas en esa cestita?”
- “ Caramelos y condones para todos…” – contestaba yo, riendo divertida.
- “¿Y no vas a dejar que te acompañe...?” – preguntaban los más osados.
- “ Mejor le haces compañía a mi abuelita…” – respondía yo con picardía.
De este modo tan curioso es como entre laberintos de risas, copas, bailes y fiesta, yo iba siguiendo tus pasos, rastreando tu presencia. Moviéndome despacio acorralada entre manadas de LOBOS hambrientos...
Sintiendo sus ojos lascivos clavarse en lo alto de mis muslos, donde un mini-vestido de vinilo negro dejaba asomar el final de unas medias de red. Sintiendo su morbo a flor de piel y su miedo a ser víctimas de mis tacones de vértigo. Pero no era a ellos a quienes buscaba, no eran ellos a quienes yo deseaba… Esa noche sólo tenía HAMBRE de TI. Un hambre de sexo y seducción, inmensa, desmesurada, sin límite, casi tan FEROZ como la fama que precede al lobo...
Mi lobo....
TÚ.
Nos reconocimos al instante.
Tú por mi capa roja, yo por tu mirada SALVAJE.
Y cuando al fin te encontré, tus garras en mi espalda, tu aliento en mi cuello, tu lengua en mi coño, me recordaron que valió la pena haber cruzado mil bosques oscuros, sin ropa interior, tal y como tú me pediste… Para acabar AULLANDO y devorándonos como animales, frente a todos, aquella noche de locura desatada… Noche intensa y memorable como pocas, fiesta de lujuria y culto a la carne.
Noche de CARNAVAL.
Noche de lobos.
Para ti, J.T.
Por dejarme compartir tus instintos más salvajes.