Nos caíamos bien, gracias a nuestro intercambio de algunos mails, con risas, fantasías y confidencias. Un día me pidió una foto, y yo le di a ELEGIR entre verme o conocerme. Y él hizo la elección CORECTA: empezar a dominar su impaciencia.
Y esa noche nos vimos. Cenamos, tomamos vino, charlamos mucho y animadamente, y fuimos alargando la velada con un par de cócteles deliciosos, y luego con dos últimas copas más…

Era tarde. MUY tarde. Condenadamente bien entrada la madrugada. Y al día siguiente, me tocaba pelear una reunión. Pero yo no quería dormir. Su voz, sus confidencias, sus ganas, su disposición, sus miradas, su ilusión, su timidez a la hora de plantearlo… habían abierto una pequeña MELLA en mí, de algún modo. A, tenía muchas ganas de iniciar un camino… y deseaba más que nada en el mundo que fuese YO quien guiara sus primeros pasos. Y lo confieso: la sola visión de esa idea en mi mente, me arañaba el centro del placer en lo más profundo de las entrañas.
Por eso le envié el primer sms:
- “A… ¿duermes?”
-“No podría hacerlo aunque quisiera…” – fue su respuesta casi instantánea, lo cual me complació infinitamente.
Y así comenzó un largo juego de intercambio de sms CÓMPLICES, en los que yo le ordenaba cosas… y él respondía perfectamente como yo deseaba. Estaba claro que en nuestras mentes, ninguno de los dos daba la noche por terminada… pero vencer la pereza, el frío, el sueño, para acercarse físicamente… era una locura. Y más cuando sabíamos que nuestro primer encuentro, llegara cuando llegase, nos iba a emplear tiempo… no iba a ser precisamente un polvo y a dormir.
Pero Sabina comenzó a retumbar en mi cabeza…
“[…] de ti depende y de mi, que entre los dos siga siendo ayer noche u hoy por la mañana. Olvídate del reloj, nadie se ha muerto por ir sin dormir una vez, al currelo… ¿Por qué comerse un marrón, cuando la vida se luce, poniendo ante ti un caramelo?[…]
Así que decidí convertir las INFAMES 06:30h de la mañana, en un pedacito más aún de "mi ayer noche"... Y así se lo hice saber a A, de camino desde el taxi.
Entré con paso seguro en el hall y di las buenas noches, dejando recepción a mi derecha, tomando el pasillo hasta el ascensor... Habitación 327. De camino hacia ella, me entretuve haciendo RESONAR abiertamente mis tacones sobre el piso. La puerta estaba entornada… parece que A había hecho los deberes. No esperaba menos de él. Como esperaba que hubiese cumplido el resto de todas y cada una de mis EXIGENCIAS, entre ellas la de permanecer desnudo, despierto y pensando en todo lo que le había propuesto, pero sin tocarse en ningún momento. Su último sms, cargado de deseo, no dejaba lugar a dudas:
-“Así lo haré, Miss… Llevaba años sin estar tan excitado sólo con pensamientos”
Y sinceramente, me lo creía.
Cerré la puerta tras de mí.
Sólo una tenue luz sobre la cómoda rompía la oscuridad, pero desde la posición de su cama, él aún no podía verme. Me aproveché de ello para situarme estratégicamente. Avancé un par de pasos, lenta, CADENCIOSAMENTE, asegurándome de que él me oyera bien.
-“Cierra los ojos”- le ordené dulcemente.
Le oí contener la respiración.
-”¿Confías en mí…?”
-“ Sí…”
-“Si.. ¿QUÉ?” – le espeté bruscamente. No soporto la mala educación.
-“ Sí… Miss”
-“ Eso está mejor…” – asentí complacida.
Su respiración agitada me daba la clave de su tremenda excitación. Pero lo que él no sabía, era que ni siquiera toda esa intensidad podría compararse con mi excitación en ese instante, en que A, conscientemente me CEDÍA su deseo para hacer mi voluntad.
Saqué de mi bolso la cinta negra de terciopelo de seda, y me acerqué a vendarle los ojos. Nos habíamos despedido apenas 3 horas antes como amigos… para reencontrarnos sin haberlo previsto, -aunque sí haberlo deseado secretamente-, como AMA y servidor.
Y a partir de ahí, sin saber cómo, el tiempo se DETUVO como en otra dimensión. La tensión sexual inundaba el espacio que compartíamos, y yo estudiaba cada paso, cada roce, cada sonido, para convertirlo en laaargo, leeento… infinitamente lento. Como quien intenta cincelar en el alma, el fuego de unos pensamientos, a golpe CERTERO de pasión.
Y así fue cómo A se enfrentó por primera vez cara a cara con su propio monstruo interior, rompiendo sus barreras y abandonándose ciegamente a mi merced… para llegar a descubrir, emocionado, que su único y verdadero deseo a partir de ese momento, no sería otro que llegar a COMPLACERME...